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 lunes, 04 de octubre de 2004

Dos disparos retumbaron bajo la ducha

Nadia Adorna se estaba bañando cuando la madre golpeó la puerta del baño -calculó que eran las 21.45- para decirle que ya le había planchado la remera que usaría para salir con sus amigas. Pocos segundos después, aún bajo la ducha, escuchó gritos de su abuela y su madre, y dos disparos. Salió del baño envuelta en una toalla y desde el pasillo interno de la habitación miró hacia el dormitorio: vio a su madre al pie de la cama matrimonial y, a un lado a Tulio agachado, "con su cara deformada, la boca extendida, dientes apretados y los ojos para afuera, a punto de salirse, el fondo blanco como endemoniado".

Fue Tulio quien, sin emitir palabras, le dio un golpe en la cabeza con un objeto que, la chica dijo a la Justicia, "podría haber sido la culata de un arma". Golpeada, y enjabonada salió al pasillo. Tulio salió tras ella, seguido por su madre. Cuando pasaron por el living, la joven se sorprendió al ver que, entre tanto griterío, su hermano Germán y su padre no reaccionaran. El chico estaba tirado en el suelo y el papá sentado como si mirara el televisor.

Nadia reconoció que luego entró en la cocina y encontró el arma en la mesada. La agarró y pensó que así nadie le haría nada. Luego la colocó en una mesa y se fue a vestir.Regresó al living para ver por qué su padre no reaccionaba y lo halló muerto. Entonces salió a la calle y escuchó la voz de su abuela que hablaba con el vecino de enfrente, el ex jefe de la Unidad Regional II de policía, Francisco Previtera. La abuela no supo responderle adónde estaba su madre. Entonces Nadia volvió a la casa, no buscó a su hermano, pero llamó a dos amigas.

Llegó una ambulancia y Nadia subió para acompañar a su abuela herida al dispensario, donde estaba su madre. También allí se encontró con su hermano Copito (por Leandro, mellizo de Tulio), quien le preguntó qué pasaba, porque no entendía nada. Tampoco Nadia entendía lo que estaba pasando.

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