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 lunes, 20 de septiembre de 2004

Según los organizadores, más 100 mil personas unieron Rosario y San Nicolás
Tras 16 horas de marcha, una multitud veneró a la Virgen
A 12 años de la primera peregrinación miles de creyentes renovaron su fe. Mirás felicitó a los jóvenes

Osvaldo Flores / La Capital

San Nicolás.- La Virgen del Rosario de San Nicolás renovó una vez más su milagro de fe. Más de 100 mil peregrinos se congregaron ayer en el Santuario Mariano, la mayoría de ellos tras peregrinar más de 63 kilómetros desde Rosario. En el campito de la Virgen participaron de una misa celebrada por el arzobispo de Rosario, monseñor Eduardo Mirás, y aplaudieron cuando el prelado destacó el ejemplo de la gran cantidad de jóvenes que participó de la sacrificada marcha (ver aparte).

Eran las siete y media de la mañana en punto cuando una ovación saludó el ingreso al campito de las imágenes de la Virgen del Rosario y de la Virgen de San Nicolás que precedieron a la multitudinaria caravana. A esa hora, un viento helado recibió a los peregrinos, quienes nada más que un par de horas antes habían caminado en medio de un calor agobiante.

Para ellos, "la alegría de haber llegado y estar junto a María mitigaba todos los dolores, el frío y el cansancio", destacaron. Apoyados en sus bastones, con termos, mates y hasta alguna guitarra, los caminantes asistieron estoicamente a la misa oficiada por Mirás.

Los organizadores de esta 12ª peregrinación no cabían en su entusiasmo. "Esta ha sido la marcha más multitudinaria de todas. Por la ruta 21 eran más de veinte kilómetros de gente caminando, todos hablan de entre 100 mil y 130 mil personas, y hay una gran alegría porque hubo mucho más jóvenes que en años anteriores", apunto Alejandro Fortini, uno de los organizadores de la marcha.

A pocos metros de allí, casi tocando la imagen de la Virgen que la acompañó en el duro camino, Gladys, una abuela de Villa Diego a la que le faltan sus piernas desde la altura de la cadera, daba testimonio de su fe. En su silla de ruedas, una especie de triciclo que mueve con sus manos, la mujer marchó todo el camino y llegó al Santuario de San Nicolás. "No me duelen las manos para nada, debe ser porque tengo mucha fe. Es como que la Virgen me llama para venir, y aquí estoy", dijo con una sonrisa.


Por los chicos
Erika y Carla son dos jóvenes mamás de villa La Lata. "Cansadas pero felices" llegaron hasta el campito empujando dos cochecitos, donde debajo de una pila de frazadas se adivinaba el sueño plácido de sus bebés. "Venimos a pedirle a la Virgen que nos dé un trabajo para criar a nuestros hijos", coincidieron.

El viento castigaba sin piedad, y cualquier lugar era bueno para resguardarse del frío y el cansancio. Ajenos a la multitud que los rodeaba, descalzos y entredormidos, tres muchachos descansaban acostados casi en la nave central del templo. "Somos de San Lorenzo, y todos los años venimos en la peregrinación. Un poco para pedir, pero sobre todo para agradecer por la salud de nuestras familias", dijeron mientras se pasaban el mate y los bizcochitos.

Pedir y agradecer. Los testimonios se desgranaban con absoluta coincidencia mientras los altoparlantes devolvían la voz de monseñor Mirás oficiando la misa que coronó tanto esfuerzo. Esperando en la larga cola para ingresar al camarín de la Virgen, Rocío tenía lágrimas en los ojos cuando contó que el viernes rindió bien una materia de su carrera de Derecho "y por eso hoy estoy aquí, para agradecer y pedir que María me siga ayudando, porque a mis padres les cuesta mucho sacrificio que yo estudie".

Dos chicas asomando sus cansados rostros desde una pequeña carpa instalada en el medio del campito, un grupo de jóvenes descalzos y envueltos en una gran frazada, madres empujando los cochecitos de sus bebés, centenares de caminantes apoyados en sus bastones tratando de hacer el último y dramático esfuerzo para llegar, y la conmovedora entereza de Gladys moviendo su triciclo eran las postales imborrables de una jornada en la que la fe fue la principal y excluyente protagonista.

Eran ya las 8 y media de la mañana. La misa había terminado. Los menos compraban sus recuerdos en los puestos de las inmediaciones. Otros esperaban por la última plegaria ante la imagen de la Virgen. La mayoría trataba de conseguir el último y pequeño milagro: conseguir un vehículo que los llevara de vuelta a sus hogares.

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A pura fe. Otra vez el "campito de San Nicolás" recibió a los peregrinos rosarinos.

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