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 sábado, 18 de septiembre de 2004

Los riesgos del presidencialismo

La presencia en Rosario del ministro de la Corte Suprema de Justicia de la Nación Eugenio Zaffaroni, destacado disertante en las XV Jornadas Científicas de la Magistratura Argentina que se desarrollan en la Bolsa de Comercio, dejó como saldo motivadoras y trascendentes reflexiones en torno de un tema crucial para el futuro de la Nación: la reforma constitucional y la viabilidad del sistema presidencialista.

El prestigioso jurista no dejó ningún resquicio para las dudas cuando se refirió al asunto: "Hay que reformar la Constitución; el presidencialismo está agotado en América latina", aseguró con énfasis el flamante miembro del máximo órgano de administración de justicia del país. Y a la hora de los fundamentos, tampoco incurrió en circunloquio alguno: "No se puede hacer depender todo un sistema de la salud física y mental de una persona, es irracional", disparó.

Ciertamente no puede desmentirse la fuerte carga de sentido común que posee el pensamiento de Zaffaroni en relación con tan crucial rasgo de la vida política nacional. El juez aboga, paralelamente, por la implementación de un régimen parlamentarista similar al que rige en muchos prósperos Estados europeos: "Cambiar un presidente resulta traumático; no ocurre lo mismo al cambiar un primer ministro en un sistema parlamentario", dice con razón.

Pero la primera y obvia dificultad que se presenta para la concreción de ese proyecto emana de un aspecto cultural, casi idiosincrásico de los argentinos contemplados como pueblo: su enorme necesidad de líderes carismáticos y su identificación de la autoridad con la persona del conductor, más que con los atributos de que lo inviste su cargo.

La historia del país está plagada de ejemplos que reafirman lo antedicho, con nombres tan obvios y disímiles como los de Juan Manuel de Rosas, Hipólito Yrigoyen, Juan Domingo Perón y hasta el mismo Carlos Saúl Menem como destacados representantes de la tendencia. Incluso ciertas características del actual jefe del Estado merecerían que su nombre fuera incluido en la lista.

La institucionalidad argentina, renacida el histórico 30 de octubre de 1983, se ha fortalecido de manera notoria en las últimas dos décadas pero aún dista de haber llegado a la deseada madurez. Acaso el camino que propone recorrer el juez Zaffaroni se erija como el correcto para arribar a la meta, que no es otra que una democracia sólida, pero simultáneamente capaz de alterar de manera sustancial el rumbo de la nave sin que se produzcan remezones capaces de provocar su hundimiento.

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