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 domingo, 12 de septiembre de 2004

Desaparecidos. La reapertura de los archivos llevó a la cárcel a reconocidos represores rosarinos
El "corazón" de la causa Feced
Un detallado buceo en el expediente permite conocer las atrocidades cometidas en el Servicio de Informaciones

Walter Palena / La Capital

La reapertura de la causa Feced posibilitará el desfile por los Tribunales Federales de medio centenar de militares, policías y civiles que actuaron en la represión ilegal en la órbita del II Cuerpo de Ejército. De hecho, ya hay tres represores detenidos que fueron indagados por el juez Omar Digerónimo, quien ordenó reabrir el expediente al declarar la inconstitucionalidad de las leyes de obediencia debida y punto final.

La causa, un voluminoso expediente de más de 10.000 fojas, es el registro más importante que queda de la represión en Rosario y compila testimonios que revelan el modus operandi de la Policía y las Fuerzas Armadas en su plan de exterminio, torturas y persecuciones a militantes políticos.

El expediente lleva el nombre del ex jefe de la policía Agustín Feced (ya fallecido), quien actuó en Rosario entre 1976 y 1979. Su comando de operaciones se centraba en el Servicio de Informaciones (SI), un ominoso lugar ubicado en la ochava de Dorrego y San Lorenzo conocido como El Pozo, que fue centro clandestino de detención y hoy está convertido en el Centro Popular de la Memoria.

Si bien es imposible desligar las funciones de los policías con los militares, el corazón de la causa Feced, resumido en el Informe Borgonovo (un paper recientemente difundido por la Secretaría de Derechos Humanos de la provincia y que La Capital publicó en exclusiva el 17 de septiembre del 2000), se centra en las actividades de un grupo de policías y civiles que operaba en el Servicio de Informaciones.

El esquema represivo era comandado por Feced, pero detrás de esa persona siniestra se acomodaban otras figuras emblemáticas de la represión, como José Rubén Lo Fiego (alias el Ciego o Mengele ) y Mario Alfredo Marcote (alias el Cura), ambos detenidos hace pocos días en el marco de esta causa y son los que registran los mayores índices de denuncias por apremios ilegales y tormentos.

También estaban los colaboradores civiles. Estos realizaban varias tareas: participaban de las detenciones, custodiaban a los detenidos, los interrogaban y, en muchos casos, los torturaban.

El propio Feced admitió ante el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas la existencia de esta fuerza paralela conformada por civiles coptados por la policía, aunque relativizó su actividad: "La colaboración era informativa simplemente pero no operativa, porque si no al final íbamos a hacer una parapolicial con subversivos".


Los niveles del horror
Una vez que ingresaban al Servicio de Informaciones, la suerte de los prisioneros estaba a merced de sus captores. Existían tres niveles donde eran llevados los detenidos. Al primer piso se accedía por medio de una escalera, adonde estaban las oficinas y la sala de tortura; un entrepiso llamado La Favela y un subsuelo al que eran bajados los detenidos cuando terminaban los interrogatorios.

De acuerdo al testimonio de varios sobrevivientes, el hecho de ser "bajado" generalmente significaba estar a resguardo de las torturas, que solían ser atroces tanto física como psicológicamente.

"Ese día me torturó sólo Feced. Me ató Lo Fiego y Feced pidió que nos dejaran solos: «A esta la quiero yo solo», dijo. Me torturó lentamente, me puso las agujas en los pezones, me pasaba la picana y decía: «¿Duele?». Me salía leche porque yo amamantaba todavía a mi hijo (...) Me arrancaba los vellos del pubis y abriéndome la boca me los introducía, me puso la picana en la vagina y me clavó las agujas debajo de las uñas. Lo hacía todo muy lentamente". Testimonios similares al de Ana María se repiten a lo largo del expediente y grafican la perversidad con la que actuaban Feced y su patota.

En la causa también existen relatos que ilustran la premeditación y alevosía con que se producían los crímenes. La impunidad fue tal que en ocasiones los detenidos escucharon cuando algunos de los policías confeccionaban partes de prensa narrando supuestos enfrentamientos en los que morían personas que sacaban del SI con vida y que luego publicaban para encubrir verdaderos homicidios.

Esto ocurrió en la denominada masacre de Ibarlucea, ejecutada bajo las órdenes del propio Feced el 18 de diciembre de 1976. Seis jóvenes fueron asesinados a sangre fría en esa localidad y la ejecución fue encubierta como un tiroteo entre los dos bandos. Los militantes fueron sacados del SI con el pretexto de que serían trasladados a la cárcel de Coronda.

Algo similar ocurrió el 25 de julio de 1977 en Alvear, donde tres personas fueron retiradas de la ex Jefatura y asesinadas en esa localidad santafesina. "Los tres detenidos habían sido sacados a la madrugada y la noticia es dada esa misma mañana", relata un sobreviviente y según consta en la página 2.160 de la causa.

Son varios los casos que se pueden contabilizar de personas detenidas que fueron vistas con vida y que luego fueron asesinadas o desaparecidas.

Si bien la causa se cerró en 1987 por las leyes de impunidad, desde entonces se fueron agregando más testimonios del calvario sufrido en el Servicios de Informaciones. Existen más de 50 expedientes complementarios que podrían servir para inculpar a más represores de los que ya están en el corpus principal. Digerónimo ya le solicitó a la Cámara Federal que se los remita, pero el pedido todavía no prosperó.

La reapertura de la causa Feced es sin dudas la concreción de un anhelo. Dependerá de los jueces, fiscales y de la parte querellante que esta historia no quede sólo en el entretenimiento noticioso cotidiano, sino para que alumbre por fin la verdad y la justicia.

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Feced llevaba un conteo personal de los militantes que asesinaba.

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