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 domingo, 12 de septiembre de 2004

Punto de vista: De Frankenstein a "Yo, robot"

José L. Cavazza / La Capital

Lo robótico siempre lo vimos como una amenaza. Por aquello de que podrían llegar a sustituirnos y encima ser mejores en la limpieza, en las ecuaciones aritméticas y hasta en la cama. Las historias de Isaac Asimov clavaron el cuchillo de la duda a más de un adolescente durante los años crédulos (entre los 60 y mediados de los 70). Pero un robot nunca puede dañar a un humano, a no ser que se vea obligado a proteger su propia existencia. Es lo que ocurre en la película "Yo, robot". Historias de robots que se rebelan hay muchas en el cine. Casi todas una forma de repasar aquella historia inicial de Mary Shelley sobre la creación de Frankenstein, que despierta de una larga siesta para vengarse de la arrogancia de su creador. Pero los robots no siempre fueron símbolos de la maldad. En plena guerra fría podían ser portavoces de la paz, porque para malos estaban los invasores del exterior, verdaderos comunistas del espacio. El Robbie de "Planeta prohibido", una especie de tatarabuelo del C3PO y R2D2 de "La guerra de las galaxias", era más bueno que el pan. Otra cosa curiosa es que sólo cuando un robot tiene rostro humano desea ser un mortal, como fue el caso del memorable pistolero robot interpretado por Yul Brinner. Además pasó más o menos lo mismo en "Inteligencia Artificial" y "Yo, robot". Algunos hasta alcanzaron a sentir miedo, odio, enamoramiento o tuvieron recuerdos como los replicantes de "Blade Runner" o recibieron flash backs como Robocop o soñaron con ovejas eléctricas como en un cuento de Philip K. Dick. Otros mutaron de lo malo a lo bueno como "Terminator" y algunos hicieron el paso inverso como la Dulce María de "Metrópolis" o como el Hal 9000 de "2001" -aquella madre mecánica de Alien- casi una reencarnación cibernética de un dios dominante y pérfido que cuando se vio acorralado por los tripulantes se comportó como el mismísimo Norman Bates de "Psicosis". Estos y aquellos robots del cine nos siguen dando tanto miedo como Chucky, porque lo saben todo de nosotros. Y lo peor es que nuestras máquinas son cada día más inteligentes y autónomas. ¿Quién no tuvo alguna vez la sensación de que el coche está vivo? como en "La rebelión de las máquinas" o en aquella "Christine" de Carpenter.

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