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 sábado, 12 de junio de 2004

candi
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-Creo, Inocencio, que es absolutamente imposible compatibilizar ambigüedad con estabilidad y seguridad y que lo disyuntivo no se lleva bien con lo predecible. Por eso los argentinos estamos como estamos, porque siempre tuvimos hombres de Estado ambiguos y por lo tanto impredecibles.

-Y quien es impredecible no inspira confianza, ¿verdad?

-Así lo creo, en efecto. De todos modos no quiero pecar de injusto al sostener que el país es impredecible y poco confiable. Creo que ha sido y es el Estado argentino digno de ser sospechado debido a la incoherencia de las políticas aplicadas por sus funcionarios. Claro que las consecuencias las pagamos todos los argentinos. Fijémonos, por ejemplo, en lo atinente a política exterior. De pronto hemos sostenido relaciones carnales con Estados Unidos de Norteamérica, de pronto marcamos diferencias. Ayer cuestionábamos el régimen de Fidel Castro y repudiábamos en las Naciones Unidas el comportamiento del régimen en la isla, hoy somos aliados con el comandante. Pero, al mismo tiempo, y tratando de ser complacientes con Bush y los halcones, procuramos enviar tropas a Haití.

-Es que a los gobernantes los caracteriza esa ductilidad criolla, esa facilidad para acomodarse en el recipiente universal de manera de quedar bien con Dios y con el diablo.

-Sí, pero esa viveza sólo sirve para el cabotaje, Inocencio, para la tribuna que consume las turcas elaboradas "a la criolla". Al mundo no podemos engañarlo con nuestras travesuras y no digiere nuestras ambigüedades. Los países serios o que están en vías de serlo, como Chile por ejemplo, para no nombrar a una potencia del Primer Mundo, sostienen una política básica más allá de la ideología de turno que esté en el gobierno. Es decir, hay fundamentos de los que a nadie se le ocurriría apartarse. Aquí es todo muy distinto, aquí la mesa se sirve de acuerdo con los comensales que están sentados a ella.

-Abunde en ejemplos. Ya se refirió a la política exterior.

-Bien, recuerdo que hace algunos años para los altos mandos castrenses el camarada de armas y ex presidente de la Nación, general Juan Domingo Perón, era un dictador, un tirano, pero hoy, para el jefe del Ejército, (y así lo reflejó en su discurso del Día del Ejército) el general Perón es un héroe al que comparó con el general Mosconi. Y sigo con los ejemplos de ambigüedades argentinas: la izquierda nacional, a la hora de luchar para que Perón no fuera presidente no titubeó en aliarse con el liberalismo y ¡eureka! se mezclaron el agua y el aceite en la tristemente célebre Unión Democrática. ¿Quiere más? A la hora de pergeñar estrategias para combatir a la clase militar que lo denostaba y hacerse del poder, el general Perón fomentó la creación de los Montoneros, pero cuando los muchachos pasados de "revoluciones" quisieron enfrentar al viejo león rugiente éste, desde el balcón, los echó de la Plaza de Mayo con aquellas célebres palabras: "Mocosos imberbes". Pero cuidado, Inocencio, que este fenómeno de la ambigüedad no es sólo patrimonio peronista. Como ya lo dije, ni los dirigentes del radicalismo, ni los de partidos de izquierda ni los de derecha se quedan atrás. De estos últimos ni qué decir, algunos fueron funcionarios de la dictadura y hoy se rasgan las vestiduras hablando de democracia.

-Bueno Candi, pero todo eso pertenece al pasado porque hoy tenemos un Estado coherente, con funcionarios coherentes alineados en la propuesta de la transversalidad.

-¡Ahhh! ¡Pero mire usted! Claro, es la coherencia de los que condenan al terrorismo en los discursos, pero se complacen con la liberación de una terrorista peruana, o es la coherencia de los que dicen que de la deuda y porcentaje de la quita no se habla más, pero al fin terminan cediendo casi la mitad a los acreedores y dejando felices a los operadores liberales, o es la coherencia de los que dicen que no habrá aumentos de tarifas, pero después, y como dicen en el tablón: "Despacito, despacito...". ¿Se acuerda, Inocencio, de Garrincha, el famoso gambeteador brasileño? Amagaba por un lado y salía por otro. ¡Qué cintura, Inocencio! Pero esa cintura en política no cautiva a los grandes inversores ni inspira confianza al concierto de las naciones serias.

Candi II
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