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 miércoles, 09 de junio de 2004

candi
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-Candi, nos escribió un lector refiriéndose a nuestra charla del domingo en la que hablábamos de un nuevo orden que se dará en el mundo, basado en la justicia y la solidaridad. Leo la carta: "Apreciado Candi: me tomo la libertad de llamarlo "apreciado" sin conocernos más que a través de sus notas. Coincido totalmente con su prédica acerca de la futura civilización del amor que espera a la humanidad. Esa Jerusalem dorada de la que hablaban los profetas, ese Edén que se nos promete en todas las religiones está ya muy cerca de nosotros. Tal vez quienes tenemos ya algunos años no lo veamos con los ojos físicos que hoy disponemos, pero seguramente que nuestro espíritu, o como quiera que llamemos a la vida superior que nos anima, lo verá. Sólo es necesario que, como usted dice desde su columna, actuemos como se nos indica desde el principio a la humanidad, es decir con amor, con el mismo amor con que hemos sido creados por nuestro único Padre, el Creador de todo lo que ha existido, existe y existirá. Es necesario también que actuemos con la valentía que nos da la fe; valentía como la suya, que nos impulse a decirles a nuestros hermanos la buena nueva de que un nuevo mundo, una nueva humanidad más justa y fraterna está asomando para todos, pese a que todo pareciera desdecir esta verdad, verdad que desde siempre se nos ha anunciado. Le dejo un abrazo, y lo aliento a seguir en este camino que usted transita, en esta tarea de llevar la esperanza a nuestros hermanos de todo el mundo. Respetuosamente, Daniel".

-Agradezco los conceptos de Daniel y quiero referirme nuevamente a este tema a modo de aclaración. Nosotros el domingo dijimos que tanto los patriarcas judíos como Jesús y sus seguidores lucharon denodadamente por la instauración de un reino basado en el servicio, en el amor. Nos encargamos muy bien de separar (en la medida en que esto es posible) la cuestión religiosa de la cuestión social y en este último aspecto dijimos que el aspecto social era una inquietud palpable de profetas, patriarcas, del propio Jesús y sus discípulos. Está debidamente demostrado en las escrituras la prédica de una sociedad basada en la justa distribución de la riqueza. Esto de ninguna manera implica para el hoy justificar una suerte de implantación de una teocracia o de sostener un misticismo delirante.

-Claro, lo delirante parecería que fuera creer en un cambio en el orden mundial en momentos en que todo parece estar gobernado por el egoísmo, la maldad, la degradación de los valores, lo inmoral, lo corrupto, la injusticia y la violencia.

-Precisamente eso es lo que preanuncia un cambio. Un cambio que, como bien dice Daniel, es probable que no lo vea nuestra generación, pero que será protagonizado por una masa pensante y espiritualizada. Seguramente para los creyentes como yo, con el auxilio de una justicia divina o superior.

-Ahora, usted dice que esta degradación de la sociedad preanuncia el cambio. ¿Por qué sostiene eso?

-Si reparamos en los hechos históricos, en los hitos sociales de la humanidad, observaremos en que a toda transformación que resultó ser benéfica la precedió un ciclo de decadencia. Los sucesos cotidianos y la misma ciencia nos hacen ver que no se puede pasar a otro estado sin pertenecer a uno antagónico. Y cuanto más antagónico y notorio es el estado más cerca está de convertirse. Por ejemplo: el agua que se va calentando deja de estar quieta, comienza a bullir y se transforma en vapor sutil y sosegado. Yo creo que el estado natural del hombre, de la humanidad, es el de la paz y el reposo y hacia ese estado se dirige esta humanidad hoy en ebullición, para definirla de alguna manera. No tengo dudas sobre la transformación, porque además ese estado no es utópico, sino que vive, vive en el corazón de la mayoría de los seres humanos, es un deseo con fuerza propia. Se dirá que ha pasado mucho tiempo y el mundo sigue igual y responderé que sí, que es verdad y lo es no por culpa de la humanidad, sino por responsabilidad de los líderes. Sepamos diferenciar. Y además: ¿qué significa el tiempo en la eternidad? De todos modos, como siempre sostengo, el cambio es posible lograrlo ya mismo, en la vida propia y en el entorno más cercano que es la familia. Y para empezar, créame Inocencio que no es poco.

Candi II
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