| miércoles, 31 de marzo de 2004 | Charlas en el Café del Bajo -Una institución cuyo nombre no viene al caso mencionar, para no comprometerla ni siquiera en lo más mínimo en sus relaciones con el catolicismo, ha recordado que un 31 de marzo los reyes católicos españoles Fernando de Aragón e Isabel de Castilla firmaron el fatídico edicto de expulsión de los judíos de España. A través de este edicto se ordenaba que todos los judíos debían salir del reino y de todas las tierras bajo su dominio a más tardar el día 31 de julio. Cualquier judío que permaneciera en tierras españolas "debía optar por el bautismo o la muerte". Recuerda el informe que "esta trágica determinación tomó por sorpresa a la comunidad sefaradita cuya historia se remontaba quince siglos atrás. Miles abandonaron sus hogares, llevando consigo la llave de su morada y la truncada esperanza de volver". Supone mal gusto o palabras que no ayudan a la reconciliación recordar este hecho, nada menos que en vísperas de las Pascuas cristianas que, días más o días menos, coinciden con las Pascuas de los judíos (Pesaj). Este no es, desde luego, el único suceso que debe lamentarse por parte de algunos católicos (advierta que aludo a algunos católicos porque involucrar a la Iglesia sería desmedido y desconocer el concepto de Iglesia): las torturas del Santo Oficio, por ejemplo, no sólo perpetradas a cuanto pagano y judío fuera sospechado de herejía, sino a propios y elevados espíritus católicos que pensaban diferente; las bulas de algunos papas que prohibían expresamente que se acudiera al servicio de médicos judíos, los avasallamientos de los cruzados en Palestina. En fin, diversas formas en que tronó un antisemitismo que sólo puede ser entendido por el odio (violatorio del principio de Cristo) y que desde luego no nace en la oscura época de la Inquisición, sino mucho antes.
-Yo quisiera que usted me explicara a qué viene todo esto, que, en mi opinión, a nada contribuye en la necesidad imperiosa de reconciliación que tiene el mundo.
-¿No me ha dejado comenzar y ya pretende conclusiones? Déjeme seguir por favor: afortunadamente, la iglesia Católica (creo que ahora sí puedo hablar de iglesia) ha reconocido tamaño dislate de algunas de sus jerarquías y de sus fieles y ha pedido perdón en una actitud de sublime grandeza. Esta Iglesia vino a recordar que no olvidó (me gusta la confrontación de los vocablos) aquel mensaje que no se puede definir, porque no es posible definir a la sublimidad espiritual, sólo sentirla y comprenderla y eventualmente cultivarla: "Aquel que esté libre de pecado que arroje la primera piedra" (no hace falta que recuerde que las palabras pertenecen a Jesús cuando salva a la prostituta de morir lapidada). Afortunadamente también, el judaísmo confía en un acercamiento de los dos pueblos religiosos. Claro que manteniendo cada uno sus principios, dogmas, ritos y creencias que, en mi opinión, no son sustanciales como para no permitir una confluencia. Una confluencia que se da no sólo en el mismo Dios, sino en los mismos patriarcas, en los mismos profetas, en el mismo Pentateuco y, sobre todo, en el mismo principio del amor proclamado por Moisés y refrendado por Jesús.
-Veo que este es el preludio de las Pascuas cristianas y judías.
-Sí, voy a terminar esta primera parte diciendo que en vísperas de estas Pascuas me hubiera gustado sinceramente ver recreado en un filme a ese judío diciéndole a su pueblo: "Bienaventurado los que tienen hambre y sed de justicia porque ellos serán saciados". Me hubiera conmovido más observar a ese judío al que daban por muerto decirle a María Magdalena (¡sí, a María Magdalena y no a otro!): "¿Por qué lloras?". ¡Cuánta sublimidad y cuánto mensaje en ese "¿por qué lloras?" de la resurrección. Sin embargo, en vísperas de las Pascuas se ofrece un filme que tiene mucho de marketing religioso, saturado de efectos psicológicos para conmover que si algo tiene de cierto es que aportó clavos para la crucifixión del amor entre dos pueblos. Afortunadamente, el destino no puede ser torcido por un filme. No obstante, confío en que la sensibilidad del productor de la película hará que la incalculable fortuna lograda merced al judío crucificado se destine a obras de caridad. Al menos así algo tendrá sentido.
CandiII
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