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 miércoles, 31 de marzo de 2004

Guerra contra el fuego
Los encargados de apagar las llamas vierongente prendiendo pastos a la madrugada

Lucas Ameriso / La Capital

El combate para sofocar el fuego en las islas entrerrianas ubicadas frente a Rosario se sigue dando en forma sostenida, aunque la lucha se presenta desigual. Es que las autoridades a cargo del operativo revelaron que pese a los esfuerzos empeñados en apagar los focos ígneos, "en la madrugada (de ayer) se detectaron peones a bordo de canoas que, antorcha en mano, vuelven a encender los pastizales por pedido de sus patrones". Esta situación hizo que en la mañana de ayer la ciudad se sumergiera en una nube de humo irrespirable, situación que retornó por la noche. Más allá de las tareas, pareciera que la única solución vendría del cielo. Hasta el responsable de Defensa Civil en Entre Ríos, Marcelo Salas, rogó para que "Dios traiga la lluvia, porque ayudaría muchísimo". La Capital sobrevoló ayer la zona incendiada y el panorama era impactante.

El avión hidrante enviado por el Plan Nacional de Manejo del Fuego, con 2.500 litros de agua almacenadas, volvió ayer a sobrevolar una y otra vez cada uno de los focos ígneos que aún subsistían a lo largo de la jornada. A la tarea del piloto, se le sumó el apoyo de los bomberos zapadores de Concordia (Entre Ríos) y de Rosario que trabajaron cerca de la zona de desastre.

"No tengan miedo, ni generen falsas expectativas; la situación está controlada, y lo único que resta es terminar de combatir el fuego. No existe gravedad para la vida ni de seres humanos ni de los animales que viven en la isla", afirmó el jefe de operaciones de Defensa Civil de Entre Ríos.

El funcionario precisó los lugares donde ayer todavía persistían grandes focos que emanan densas columnas de humo blanco.

Uno de ellos ardía a la altura del puente a Victoria, pero a unos 40 kilómetros tierra adentro, el otro se visualizaba frente a la zona sur de Rosario y un tercero estaba a la altura de Villa Constitución, 35 kilómetros islas adentro.

Más allá del control de la situación que anuncian los encargados de Defensa Civil por estas horas, toda la costa de la ciudad despertó ayer sobresaltada con una densa avalancha de humo, que tornó al ambiente irrespirable.

Salas dio la explicación: "La mano del hombre es la que sigue encendiendo indiscriminadamente los pastizales. Es más, vimos a un canoero con una antorcha quemando pasto en plena madrugada, pero son los patrones de los campos los que los mandan", dijo enfurecido.

Ayer, pasadas las 17, La Capital sobrevoló todo el sector azotado por el humo. La recorrida se extendió a lo largo de unos 30 kilómetros sobre las islas tomando como referencia la costa entrerriana del Paraná y pudo captar en imágenes la labor del avión hidrante, que cargó agua de una cuba ubicada en el Aeroclub de Alvear.

A 200 metros de altitud ya se podía apreciar el fuego ardiendo descontrolado. Pero a su alrededor se visualizaban las sombras negras del pasto quemado, signos evidentes de que la zona afectada había sido mayor.

Con la hélice hacia el norte, la aeronave quedó rodeada de pequeños focos ígneos, sin lenguas de fuego, pero que seguían esparciendo humo hacia el este. Justo entre los arroyos El Barrancoso y La Camiseta, el avión hidrante hizo su aparición entre la neblina, descargando en tan sólo dos segundos los 2.500 litros de agua almacenados. Pero el esfuerzo resultó insignificante frente al avance del fuego.

A esa altura de la tarde, el viento soplaba hacia el este y hacía volver el avance de los incendios sobre sus propios pasos.

Tomando como referencia el frigorífico Swift, los manchones grisáceos de humo enfilaban hacia el puente Rosario-Victoria y a la altura de la usina Sorrento importantes lenguas de fuego que comían en segundos los pastizales. El frente ígneo tenía 500 metros de longitud.

Un verano de sequía, altas temperaturas y la quema de pastos explican este fenómeno fuera de proporciones. A la hora de encontrar soluciones, Salas se encomendó a la fe. "Ojalá que llueva porque ayudaría muchísimo", finalizó.

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A la altura de la usina Sorrento, 40 kilómetros hacia adentro, un frente de fuego de 500 metros avanzaba ayer sin control.

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