| miércoles, 17 de diciembre de 2003 | El campeón arribó a Ezeiza a las 13.15 y una hora más tarde inició el lento camino hacia la Bombonera Fervor y emoción pintados de azul y oro La llegada de Boca Juniors con el título intercontinental desató la alegría de sus hinchas, un caos de tránsito impresionante y dos muertos que enlutaron la jornada El fervor de miles y miles de simpatizantes, la incontenible emoción de jugadores, dirigentes y cuerpo técnico y el fallecimiento de dos personas arrolladas durante el trayecto de la delegación entre Ezeiza y la Bombonera, compusieron el cuadro de matices que penduló entre la alegría y el drama, en el regreso de Boca Juniors desde Japón.
La que iba a ser una fiesta multitudinaria e inédita, tuvo en medio de su desarrollo un fatal episodio que impidió que la celebración tuviera su aura perfecta.
Es que la muerte de un chico de siete años y un joven de 25, ocurrida sobre la autopista Ricchieri, cuando ambos fueron embestidos por un automóvil que además hirió a otras cinco personas, vistió de luto lo que en realidad debía ser todo auriazul.
Porque antes de ese episodio, que tuvo lugar alrededor de las 15, hubo una llegada de la delegación xeneize al aeropuerto de Ezeiza con jugadores vestidos con kimonos y luciendo vinchas blancas, que a las 13.45 iniciaron un recorrido que recién cinco horas después los depositaría en la Bombonera.
El micro con los colores del club comenzó a recorrer la Ricchieri de contramano, mientras una multitud lo rodeaba y varios hinchas intentaban colgarse de los pasamanos o treparse a los paragolpes.
Y después, ya transitando por la derecha correspondiente, la desesperación de algunos automovilistas y la imprudencia de otros simpatizantes que corrían a pie sobre la autopista, esquivando coches que avanzaban también por la banquina, la posibilidad de más accidentes fue algo que mantuvo en vilo a todos, revelando además la falta de controles policiales en el lugar.
La llegada a la Bombonera, sobre las 18.45, fue el comienzo del fin, cuando los futbolistas pudieron reencontrarse con sus familiares, que los esperaban en la zona de vestuarios, antes de dar la ansiada vuelta.
Con casi 10.000 hinchas alentando en las tribunas como si fuera un domingo más, el plantel dio una mansa recorrida en derredor del campo de juego, que se vio sólo interrumpida por el extemporáneo ingreso de algunos jóvenes que rápidamente fueron retirados del terreno por los propios futbolistas.
Y acto seguido llegó el momento de la desconcentración, del relax, del momento de disfrutar todo lo conseguido al cabo de 120 minutos de juego y una serie de penales que convirtió a Boca en tricampeón europeo-sudamericano.
El viaje de regreso en el avión de Varig, donde jugadores, hinchas privilegiados, dirigentes y cuerpo técnico intercambiaron chanzas y almohadonazos en la misma proporción, puso de manifiesto que en este caso lo del grupo humano "no fue puro grupo", como suelen decir los viejos adagios futboleros.
Pero así como la plata llama a la plata, también los triunfos llaman a los triunfos, y con estos las relaciones mejoran y los enconos quedan bajo la alfombra.
Entonces fue posible verlos abrazados a Macri y Bianchi junto al chofer del micro, festejando juntos sin pensar en los nombres de los futuros integrantes de comisión directiva que tanto disgustan al DT.
Todos, excepto Sebastián Battaglia, quien voló a España para presentarse ante su nuevo club, Villarreal, parecieron una gran familia que se extendió por un día más allá de los límites del ámbito de la Bombonera. Como para provocar algo que en Argentina solamente puede concretar el mundo Boca. (Télam) enviar nota por e-mail | | Fotos | | Guillermo, Tevez y Bianchi en la vuelta olímpica. | | |