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 martes, 04 de noviembre de 2003

Editorial
El valor de las huertas

Si algo enseñan las crisis es a revisar los recursos con que se cuenta, a plantear nuevos desafíos, explotando aptitudes que nunca antes se pusieron a prueba, o bien agrupándose junto a otros para encarar proyectos que individualmente resultarían imposibles de concretar. Precisamente, esa es la valiosa experiencia que arroja el Programa Pro Huerta del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (Inta), lanzado a comienzos de la década del 90 y que hoy ya posee más de 42 mil terrenos destinados al cultivo de verduras y hortalizas. En Rosario, ya existen unas 2.600 huertas orgánicas que producen más de 200 toneladas por año y que sirven de complemento alimentario a unas 30 mil personas.

Tal como informó ayer La Capital, el programa llega en todo el país a unas 3.381.000 mil personas y Santa Fe es la tercera provincia en importancia con unos 260 mil beneficiarios, esto es que 9 de cada 100 habitantes están vinculados al plan.

Un dato de singular importancia tiene que ver con los objetivos para lo cuales fueron creadas y sus logros. En principio, las huertas fueron planteadas para resolver los problemas de las personas con necesidades básicas insatisfechas. Pero la crisis desatada a fines del 2001, que sumió a una amplia franja social en la pobreza, obligó a extenderla a decenas de miles de familias que habían quedado sin trabajo y que de esta forma lograron sobrellevar la situación. Por ello para el Inta el programa no se trata sólo de asistencia técnica sino que posee un gran componente social.

En este sentido, resulta significativo que en nuestra provincia el 95 por ciento de las huertas son de carácter familiar, mientras que el resto pertenece a organizaciones comunitarias y a escuelas. Para Rosario, las 2500 huertas que están bajo la supervisión de la Secretaría de Promoción Social de la Municipalidad, implicó concretamente la generación de empleos y la instalación de siete ferias en distintos puntos de la ciudad donde se comercializa la producción de 200 toneladas de hortalizas y verduras anuales, pero a las que se les han añadido otros productos, como panificación, licores y cosméticos.

Como se aprecia, la crisis ha desatado mecanismos impensados para sobrevivir, fórmulas que hoy configuran un nuevo oficio para millares de habitantes y nuevos hábitos de consumo para otros tantos, que solidariamente acuden a los centros en busca de los productos. Un verdadero ejemplo del Inta sobre nuestras propias capacidades y posibilidades para enfrentar las dificultades.

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