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 martes, 04 de noviembre de 2003

Charlas en el Café del Bajo

-El ciudadano común, ese que está más allá de la protesta politizada que formulan y llevan adelante ciertos sectores, debe reparar en la importancia que tiene su protagonismo cuando reclama ruidosamente sin que lo ruidoso sea violento. Quedó demostrado en los recordados cacerolazos por todos conocidos, cuando el Estado argentino les metió la mano en los bolsillos a los ahorristas, y fue ratificado días atrás cuando miles de porteños tomaron de nuevo las cacerolas e hicieron sonar con estridencia sus bocinas para quejarse por la tremenda ola de inseguridad.

-Claro, lo que ocurre es que la corporación política sabe muy bien que con los contestatarios conocidos siempre puede arreglar: un puestito o sueldito para la dirigencia, un aguinaldito, un bolsón o algo para los muchachos; pero con el ciudadano común tal arreglo es imposible, porque este ciudadano de clase media no quiere dádivas, no quiere mendrugos, no quiere espejitos, quiere políticas serias. Y las quiere a pesar de su resignación.

-Por eso, Inocencio, el presidente Kirchner se espantó al escuchar las bocinas y las cacerolas, enseguida se puso del lado de la gente y le pasó la pelota al gobernador Felipe Solá, echándole la culpa a la policía bonaerense. Solá, ni lerdo ni perezoso, le llamó, sutilmente, Poncio Pilatos a don Néstor cuando dijo: "No creo que el presidente quiera lavarse las manos". ¿¡No son divinos estos políticos y gobernantes argentinos?! Eso sí, sin pérdida de tiempo Felipe anunció un plan de seguridad. ¿Debió esperar las cacerolas para hacerlo?

-Convengamos que no es un plan ni mucho menos, sólo se trata de sacar más policías a la calle; de todos modos la actitud denota que la corporación (quien crea que la corporación ha fenecido se equivoca de cabo a rabo) aún le teme a un sector del pueblo argentino.

-Esta movida porteña espontánea no deja de ser saludable y esperanzadora, porque de alguna manera nos permite afirmar que si bien es cierto que hay mucha resignación y pereza en la ciudadanía, también es cierto que hay situaciones que la movilizan. Son situaciones extremas, como el miedo a ser quebrantada la integridad física (robo y secuestros, por ejemplo). Pero cuando esta clase media (y no nos referimos desde luego sólo a una clase económica, sino a una clase social caracterizada por su capacidad de reflexión y su volumen cultural) comprenda que los pactos, transas, medidas de gobierno nefastas atentan también contra su integridad física, la de sus hijos y la de sus nietos, tal vez reaccione no esperando elecciones.

-Pero con el estilo K no serán necesarias estas movidas. Todo está bien.

-Observo cauteloso el curso de los acontecimientos. Hasta ahora del pozo no se sale. Coincido con lo señalado por varios economistas: "En el 2002 corríamos hacia los botes salvavidas y ahora caminamos". Hay un retroceso en las ventas de los comercios minoristas y para ser francos, muy francos, son pocos los que conocen las pautas del arreglo con el FMI. Y me quedo con lo señalado por Díaz de Brito en su columna del domingo: en los años 90 este acuerdo hubiera sido calificado de traición a la Patria. Es decir, creo que muchos aplauden sin saber exactamente qué se festeja.

-Bueno, creo que se festeja un nuevo orden político signado por el destierro de la corrupción, de la impunidad.

-Celebro lo de la anticorrupción, y celebro el combate contra la impunidad aunque preferiría que tal lucha fuera enfocada hacia todos los sectores que cometieron tropelías, cosa que no sucede, pero el núcleo de la cuestión aún está sin resolver y una verdadera revolución, una transformación profunda aún la espero. En este país tenemos alta e injusta presión tributaria, tarifas elevadas, falta de inversiones extranjeras serias, porque lo que se hizo (lo permitieron los traidores vernáculos que participaron del festín) fue saquear el país, depredarlo. No existe una política definida para reactivar el mercado interno y no la habrá mientras todo se centre en los acreedores y no en los empobrecidos argentinos. Sé que no es nada fácil luchar contra los pulpos del mundo que todo lo fagocitan, pero tal vez sería hora de reavivar, además de un Mercosur, un bloque de países no alineados únicamente en esta "globalización" pergeñada y manejada por los siete grandes.

Candi II

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