| sábado, 01 de noviembre de 2003 | Editorial El auge del miedo La Argentina, país ciclotímico, suele variar el eje de sus preocupaciones con facilidad sorprendente. Sin embargo, desde un largo tiempo a esta parte una auténtica obsesión desvela a la gran mayoría de sus ciudadanos, por encima incluso de la constante preocupación por la cuestión económica: la inseguridad. El crecimiento geométrico del delito, que además incluye la proliferación de nuevas y siniestras modalidades -como los secuestros "express"-, ha dado justificado pie al miedo colectivo. Anteayer el ministro Gustavo Beliz hizo una dramática admisión de la delicada situación que se vive y aludió a la presencia de integrantes de la policía en las bandas de secuestradores que aterrorizan al Gran Buenos Aires, hecho que contrapuso al heroísmo de aquellos uniformados que han ofrendado su vida en aras de la protección de sus semejantes. La coyuntura -gravísima- amerita la adopción de medidas extraordinarias, aunque sin poner en riesgo las libertades garantizadas por la Carta Magna.
Y es que en no pocas ocasiones las sociedades, cuando son víctimas del temor, se tornan autoritarias y legitiman la ley de la selva. En la espiral de violencia que surge como consecuencia de tal confusión, los derechos humanos se convierten en letra muerta. Nuestro país es consciente del trágico error que constituye el avasallamiento del estado de derecho. Por tal motivo, todos los esfuerzos que se realicen deberán partir de una consigna ineludible: dentro de la ley, todo; fuera de ella, nada.
Hecha tan crucial salvedad, corresponde resaltar que el desafío que encarnan las gavillas de auténticos profesionales dedicadas al secuestro extorsivo de personas resulta inédito. El terror que siembran entre la gente se relaciona con el hecho de que ya no son sólo los millonarios quienes sufren la amenaza: muchos de los últimos casos tuvieron como protagonistas a ciudadanos cuyo nivel de ingresos dista de situarlos en esa privilegiada categoría.
La colaboración de otras fuerzas, como Prefectura y Gendarmería Nacional, con la policía debe ser evaluada como oportuna en el marco de la emergencia que se vive; sin embargo, difícilmente se obtengan resultados positivos de carácter fulminante en la lucha entablada contra los delincuentes.
Y no es que desde esta columna se intente propagar el pesimismo: sucede que cuando una sociedad se degrada de manera notoria, su curación nunca resulta inmediata. El auge del delito posee claras raíces socioeconómicas, razón por la cual -más allá de que la acción policial logre extirpar los focos más ostensibles- sólo el restablecimiento de un mejor nivel de vida para la población hará que la inseguridad deje de ser el principal drama que aflige a los argentinos. enviar nota por e-mail | | |