| sábado, 01 de noviembre de 2003 | Charlas en el Café del Bajo -Ciertamente desconozco si alguna vez se cometió el descomunal desvarío que hemos pergeñado con Inocencio. Pero como en este café ya hemos roto todos los cánones del periodismo, vamos a atrevernos un poco más y daremos una noticia en dos ediciones sucesivas. Después de todo la noticia es tan vulgar y cotidiana que por eso mismo no sabemos si en realidad alguna vez fue noticia, al menos en la acepción literal del término que circula en las cátedras de comunicación social.
-Y podríamos comenzarla de la manera clásica (ya en extinción) siguiendo el método de la pirámide invertida: "Un hombre de 45 años de edad ingresó ayer al Hospital de Emergencia, con un agudo cuadro de...". O bien utilizando el giro que distingue a algunos periodistas porteños desde que asistieron a un congreso dictado por especialistas españoles y en donde la intriga asoma su cabeza desde la primer línea de la información: "La vida de Baltazar García andaba de la mano del éxito, pero algo ocurrió en la tarde de ayer. Algo que lo puso frente a otra realidad, tan distante de la que a diario viven los atribulados argentinos. Es que...".
-Con Inocencio preferimos este comienzo y allí vamos: "Lo despertó el insoportable ruido de un martillo neumático con el que un operario de quien sabe que empresa de servicios estaba rompiendo la calzada. Se incorporó sobresaltado y se estremeció aún más cuando advirtió que por la ventana se filtraba luz. Su vista se fue rápidamente al reloj. Eras las 8 de la mañana y por alguna razón el despertador no había sonado. Lo tomó entre sus manos, despotricó en "idioma nacional" contra la industria relojera taiwanesa y lanzó el reloj contra el piso mientras miró con furia a su mujer como si la pobre fuera la responsable de que la alarma del objeto oriental no hubiera sonado a su debido tiempo, es decir a las 7.
-"Corrió hacia el baño, pero en el pasillo del departamento tropezó con el autito desvencijado del más pequeño de sus hijos. Le pegó tal patada que la carrindanga se incrustó contra la pared del lado de afuera del dormitorio y el ruido al fin despertó a su esposa que hasta ese momento estaba perdida, plácidamente perdida, en el disfrute de quien sabe que sueño (en realidad, como se verá después, su vida era sólo eso, un sueño).
-"¡Qué mala suerte! -se dijo Baltazar- quedarme dormido justo hoy". No era para menos, a las 8 lo esperaba en su oficina el gerente de la empresa Garabatos Inc. a quien aspiraba convencer de que suscribiera la póliza de seguros contra incendios con la compañía para la que él trabajaba. Era trascendente, muy trascendente, porque su ascenso, como correspondía a la politica de una empresa de la libre competencia y la globalización, dependía del éxito de esa gestión y a los 45 años a Baltazar lo desvelaba cada madrugada ese reconocimiento y el correspondiente aumento de sueldo que le permitiría soportar mejor los gastos que demandaba el cambio de auto. Además, su esposa y él al fin podrían hacer el viaje a las bellísimas costas mejicanas, junto con un matrimonio amigo cuya posición social estaba intolerablemente por encima de la suya.
-"Abordó un taxi, refunfuñó y destiló bronca contra el tachero, un hombre increíblemente sosegado para conducir, demasiado para el gusto de Baltazar que quería llegar a destino cuanto antes. Suspiró aliviado cuando advirtió que, elegantemente vestido, con un ambo que seguramente sería de alpaca inglesa, lo aguardaba en el sillón el señor Q. Después de más de dos acaloradas horas durante las que nuestro buen Baltazar trató de convencer al empresario sobre la conveniencia de contratar la póliza, sólo logró sacar del témpano representante de Garabatos Inc. un: "le responderé mañana".
-Sonó el teléfono. Malhumorado nuestro hombre atendió y a los pocos segundos su rostro se mudó del rosado al pálido y seguidamente a una sanguínea traza con la que anunció la cólera que se avecinaba: ¡Son unos irresponsables, estafadores y embusteros! bramó contra el pobre empleado de la concesionaria quien sólo cumplía órdenes al avisarle que la entrega del nuevo modelo que había adquirido se demoraría al menos 30 días más.
-"Apenas cortó la comunicación de la línea fija sonó su celular: eran de cuentas corrientes del banco y le avisaban que alguien había presentado en ventanilla un cheque al cobro antes de la fecha pactada ¡Era demasiado! Un fuerte dolor, agudo y profundo, se extendió desde el centro de su pecho hacia el brazo izquierdo. Se desplomó en su sillón y un pánico indescriptible se apoderó de él". (Continuará y concluirá mañana).
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