| sábado, 01 de noviembre de 2003 | Por la ciudad Lifschitz, Superman y el gabinete municipal Adrián Gerber / La Capital El intendente de Bogotá, Antanas Mockus, ya es una personaje que da que hablar. Recientemente la revista dominical EPS del diario "El País" de Madrid, como ya lo hicieron otro medios de habla hispana, le dedicó un amplio reportaje que da cuenta cómo este político sui géneris y sin partido político está haciendo de una ciudad donde reinaba la violencia y el caos, una ciudad amable, ordenada, donde la gente respeta los semáforos, usa las sendas peatonales y es más solidaria. Su prioridad es fomentar la cultura ciudadana y democrática, una estrategia que armoniza ley y moral para llevar al ciudadano a autorregularse en sus comportamientos.
Así, no tuvo problemas en disfrazarse varias veces de Superman y salir a la calle para personalizar al ciudadano supercívico, o en colocarse un chaleco antibalas que dejaba al descubierto el corazón cuando las Farc amenazaron de muerte a todos los alcaldes del país. Mockus ha cambiado la manera de hacer política en Bogotá, es ingenioso, excéntrico y audaz. Ha roto con la tradicional repartija de cargos y el clientelismo.
Hasta inventó la noche de las mujeres, donde una noche al año sólo pueden salir ellas a las calles para demostrar que son menos violentas que los hombres; el día sin auto, para fomentar el uso de la bicicleta; y una campaña para romper el miedo y denunciar los hechos delictivos, porque los delincuentes se valen del silencio.
Miles de kilómetros para acá, nadie pretende que el intendente electo, Miguel Lifschitz, se disfrace de algún superhéroe para gobernar Rosario. Pero sí debería tener la suficiente firmeza y convicción para ejercer el liderazgo de una ciudad que tiene muchos problemas, pero también enormes expectativas. Y para eso se necesita audacia, porque hay que romper con viejas lógicas políticas y formas de gobernar.
Así, la primera prueba de fuego que deberá pasar es la elección de sus colaboradores. Allí tendrá que mantener un difícil equilibrio para no quedar atrapado en la interna de su partido. Es que las peleas en el socialismo (personificadas por Binner versus Giustiniani) han tomado tal ferocidad, que hay quienes están tratando de dirimirla en una competencia por ver quién ocupa más lugares en los casilleros del futuro gabinete municipal.
"A Lifschitz lo vi con cara de estar jugando un partido de rugby", describió un dirigente que lo frecuentó en los últimos días.
El socialismo es un partido chico y siempre fue criticado por ser hermético y cerrado. Y así a la hora de elegir funcionarios muchas veces privilegió a dirigentes de su propia fuerza descartando a gente quizá más capaz y ejecutiva por el sólo hecho de ser de otro partido o independiente.
Lifschitz en todas sus declaraciones hizo gala de amplitud y de abrir el juego. También expresó en las innumerables rondas de conversaciones que viene realizando con diversos dirigentes que la coalición electoral también funcionará a la hora de gobernar, pero no como una simple repartija de cuotas de poder. Es como que quiere dar una fuerte señal de que empieza una nueva etapa, con otro estilo, tras ocho años de gobierno de Hermes Binner. Pero de ahí a que esto quede expresado en la conformación del gabinete está por verse. Los nombres que ya trascendieron, si se confirman, darían la sensación de que la amplitud tal como se la había anunciado quedará para otra etapa.
Desde que ganó las elecciones Lifschitz se está mostrando tan o más reservado y misterioso que Clark Kent. Capaz que sorprende a todos y cuando anuncie públicamente su gabinete aparezca vestido de Superman.
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