| sábado, 01 de noviembre de 2003 | Para vos, Tulio Me llamo Stella, tengo 38 años y dos hijos. Desde hace unos días no me puedo sacar tu mirada (y no te conozco), tengo grabados unos ojos negros, tristes, asustados e interrogantes, el mismo interrogante que tengo yo y otras tantas personas, en especial tu familia y tus amigos. ¿Qué fue lo que te llevó a tanta locura? ¿Qué pasó en esa cabecita adolescente? Con 17 años lo único que tenías que pensar es en divertirte, ir a bailar, chatear, hacer deporte, qué se yo, lo que hacen los chicos de tu edad. Por lo que leí eras buen hijo, buen hermano, buen alumno, buen amigo, tenías toda una vida por delante, y si hablo en pasado es porque nada va a ser igual, tus pensamientos, tus ambiciones, te va a perseguir este fantasma para siempre. Y pienso en tu madre, qué situación tan horrible. Por un lado mataste a su hijo, y uno siente odio, y por otro lado vos también sos su hijo y tiene que estar con vos, a tu lado, porque te ama, y necesitás mucho apoyo y contención. Pobre madre, qué prueba de amor tan difícil. ¡Dios mío! Ni por un segundo querría estar en su lugar. Viste que siempre los hermanos creen que el otro es el preferido, que se lo defiende más, ¡qué horror! ¿Defendés al que mataron o defendés al que lo mató? Tulio, no se si llegarás a leer esta carta, lo que si sé y es la primera vez que me pasa -ya que siempre que escuché de algún caso así me enojo con el autor y le deseo lo peor- es que con vos no puedo dejar de sentir pena, y sé que no está bien, pero no puedo odiar, no te puedo desear mal. Creo que el peor castigo es la forma como debés estar sintiéndote ahora. En esta carta quiero decirte que yo no te juzgo, para eso está Dios. Rezá mucho, es la única forma de aliviar tu dolor.
Stella Maris Drachi
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