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 sábado, 11 de octubre de 2003

Teatro/Crítica
Una mirada descarnada sobre las penurias de la marginalidad

Rodolfo Bella / La Capital

"Quién quiere patear el tacho" se sustenta en un hecho cotidiano: la relación de las personas con la pobreza. El trabajo del grupo Rosario Imagina es una creación colectiva basada en un trabajo de referencia del teatro rosarino estrenado en 1980. La dirección de la puesta estuvo a cargo de Rody Bertol, quien fue uno de los protagonistas de aquella primera versión.

La reposición de una pieza con un perfil testimonial 23 años después de su estreno plantea dos cuestiones: la discusión sobre la vigencia de la problemática de la marginalidad transcurridas más de dos décadas y la valoración desde el punto de vista dramático de un fenómeno social que ya no sorprende y que se instaló como una parte del paisaje urbano.

El tema sobre el cual trabajaron los tres actores y la actriz imponía una toma de distancia para transformar poéticamente la miseria. Federico Tomé, Miguel Bosco, Sebastián Martínez y Flavia Laveggi ensamblaron una minuciosa composición actoral con una dramaturgia propia que rescata las palabras de la marginalidad sin caer en el estereotipo o la conmisceración gratuita.

La nueva creación no se redujo a la transposición de la realidad a la escena. El grupo impuso una mirada crítica al trabajo lo cual generó un nuevo texto que articula drama y humor, en una decisión que le aporta frescura y dinamismo a la puesta.

El trabajo también demandaba un recorte sobre la problemática demasiado vasta y compleja de la pobreza. Para eso se eligió representarla en cuatro personajes que ponen en tensión distintas aspectos de la misma y agobiante situación: la pelea por el espacio mínimo que les toca a los pobres y la necesidad de procurarse un medio de supervivencia en un mercado laboral cada vez más restringido.

La disputa entre los cirujas pone en evidencia una cuestión abrumadora. Cada uno a su turno reclama para sí el el reducido espacio de poder representado por el control de la carga de un carro de basura. El conflicto se desata cuando la única mujer del grupo, Margarita, revela que está embarazada.

Margarita ocupa el lugar de la reflexión y los sueños desde una mirada propia y también ajena, correspondiente a su hijo. La chica es la que prevé la tragedia y la que logra mirar fuera de la coyuntura.

El trabajo actoral es un aspecto fundamental de la obra y el grupo despliega recursos sólidos de manera pareja, acompañados por una adecuada elección de la música. A pesar de que se trata de una reelaboración de un trabajo sobre un tema cotidiano como la marginalidad, del cual se hacen eco regularmente los medios de comunicación y el cine, se revela como un aporte genuino a una discusión que con los años se profundiza.

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