Año CXXXVI
 Nº 49.867
Rosario,
lunes  09 de
junio de 2003
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Una ciudad que vibra con la NBA

"Cada vez que juega este pibe, me quedo a verlo y al día siguiente me quedo dormido". El testimonio es de Héctor, un taxista canoso entrado en años, pero a la vez sintetiza el pensamiento de la mayoría de los habitantes de Bahía Blanca que tienen en Manu Ginóbili a la figura del deporte argentino más importante de estos tiempos. Es que el Narigón generó un sentimiento de pertenencia muy fuerte en una ciudad que históricamente respira básquetbol. En una ciudad en la que la pasión por este deporte brota por sus poros. Late en cada esquina, en cada club, en cada rincón, en cada imagen que emana de la televisión. Hoy, Manu es NBA, NBA es Bahía y Bahía es Manu. Una ecuación que representa el sentir de los bahienses con la actualidad venturosa de Manu en los play offs finales de la liga más importante del mundo.
"La gente me para por la calle y me dice que antes no miraban la NBA y ahora no se pueden despegar del televisor", dice sorprendido Yuyo, mientras infla el pecho de orgullo por el cosquilleo que esto le produce.
Si la satisfacción de los pueblerinos se nota en cada gesto o palabra cuando se ponen a hablar del tema, ni que hablar de o que palpa en el club Bahiense del Norte, el lugar donde Manu comenzó a dar sus primeros pasos detrás de la por entonces pesada pelota naranja. Tal vez por eso en cada encuentro que disputa Manu es seguido con soberana atención por los concurrentes, en un rito que a esta altura parece una tradición de años. El lugar es un típico salón de club de barrio, con un televisor gigante y una enorme foto del Manu casi encima de la pantalla. Entre los televidentes -que van aumentando con los partidos- nunca falta Jorge, su padre, quien asiste en cada convocatoria, casi como si fuera una religión. La contracara de esto es mamá Raquel, que se queda en casa pero prefiere no mirarlos porque sufre demasiado, aunque cada vez le cuesta más resistirse a la tentación de los gritos y festejos.
Al margen de esta diferencia, en lo que si coinciden es en la alegría que les genera el hecho de que Manu no haya cambiado su forma de ser. "Para nosotros el mayor orgullo es que siga siendo el mismo chico de antes. Hasta ahora gracias a Dios no ha cambiado", dicen con satisfacción. Y en eso también le hacen un reconocimiento implícito a su novia Marianella, la hija del ex basquetbolista rosarino Luis Oroño, con quien convive desde hace tres años y están a punto de casarse.


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