Año CXXXVI
 Nº 49.822
Rosario,
jueves  24 de
abril de 2003
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Los macabros secretos de la alcoba de Uday llenan las calles de Bagdad

Bagdad. - Los vecinos de la calle Palestina de Bagdad hablan de Udai, el hijo primogénito de Saddam Hussein, como si fuera el demonio que se llevaba a sus mujeres y encerraba en una prisión escondida del sótano del Comité Olímpico a aquellas que se negaban a ceder a sus encantos. "Si una mujer le gustaba se la llevaba sin permiso del marido. Era peor que su padre", recuerda Amel, una anciana que lava ropa en esta calle, justo al lado del Comité Olímpico, dirigido por Udai, convertido tras los saqueos en una masa amorfa de hierros retorcidos y carbonizados.
Los rumores dicen que cuando los soldados estadounidenses llegaron al edificio encontraron una puerta escondida que llevaba a una dependencia subterránea donde había varias mujeres secuestradas desde hacía semanas. "Parece que Udai se encaprichó con ellas, pero las mujeres se negaron a acostarse con él. Las violó y las encarceló", asegura Kassem, dueño de una peluquería cercana.
Según los vecinos, las mujeres estaban hambrientas, sucias y malolientes cuando fueron encontradas. Algunas de ellas se habían vuelto locas, otras habían perdido el habla. "Una abogada que todos conocíamos salió casi completamente desnuda a la calle. Había perdido el juicio", asegura Jalid, uno de los vecinos que vio personalmente la escena.
Todas ellas estaban tan asustadas que no se atrevían a abandonar el escondrijo y la primera pregunta que hicieron fue referente a Udai. "Un policía me dijo que preguntaron por él porque tenían miedo de que estuviese cerca", asegura Salaf, que vive frente al edificio olímpico. Muchos calculan que las mujeres eran 50, otros afirman que pasaban de las 100, pero todos coinciden en que el número de amantes que Udai tuvo durante su vida es incontable. No obstante, nadie en el barrio puede conducir hasta una de estas mujeres.

La encarnación del diablo
Su misteriosa desaparición hace dudar de la veracidad de la historia, aunque el miedo en los rostros de los ciudadanos no deja dudas de que para este barrio de shiítas, Udai era la encarnación de todos los pecados de este mundo. "Igual se las llevaron los ladrones que saquearon el edificio olímpico junto con los muebles", bromea Ismail, mientras los vecinos le corrigen el mal gusto.
Tras ellas, quedaron numerosas prostitutas que pasaron por la cama del primogénito de Saddam. Una de ellas, kurda, asegura que era la "novia preferida" de Udai. Otras han desaparecido y hay algunas que los vecinos aseguran que fueron asesinadas por los hombres del régimen.
Según los vecinos, los miembros del Comité Olímpico eran conscientes de lo que pasaba en salas escondidas donde también se torturaba a jugadores que no lograban los resultados esperados y eran castigados por su "falta de patriotismo" por Udai, que siempre fue torpe para cualquier actividad física.
Muchos han huido del barrio porque Udai les amenazaba cruelmente y tuvieron miedo de que volviera. En la opinión de Mohammad, profesor del barrio, Ali Al-Saher, secretario personal de Udai es el responsable por todos los secuestros de mujeres y debería ser juzgado como Udai y Saddam Hussein.
Mientras tanto, en el edificio del comité Olímpico, completamente saqueado y quemado, los últimos ladrones se llevan lo poco que queda, algunas piezas de hierro y maderas. La estatua de Saddam en bronce yace degollada a pocos metros. Algunos dicen que a sus pies había escondida una llave que daba entrada a la puerta de la prisión de las mujeres de Udai, pero ayer nadie se atrevía a mostrar el sótano. Despedazado, el edificio puede venirse abajo en cualquier momento. (AFP)



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