El encuentro transitaba por los carriles normales y los hinchas (los de verdad) sólo estaban abocados a alentar a sus jugadores. La primera mitad pasó sin sobresaltos, más allá del nerviosismo que había despertado Newell's con su gol sobre la media hora de juego. Pero a los 15 minutos del complemento lo que al principio sólo era un duelo verbal dejó de serlo para transformarse en una escena con piedras y cascotes volando de una tribuna a otra. Un grupo de tatengues ubicados cerca de la popular leprosa provocaba a sus adversarios y viceversa. Mientras, la policía estaba ausente. Desde que se inició el incidente sólo prosiguió el juego un minuto, hasta que el árbitro Juan Pablo Pompei detuvo las accciones y le reclamó al encargado del operativo que garantizara la seguridad. El tiempo pasaba y la solución no llegaba. Por eso se intentó con los bomberos, que "ducharon" a algunos enardecidos hinchas de Unión. Pero no surtió demasiado efecto. Hasta que por fin se dispuso colocar un cordón humano (algo que debió haber desde el inicio) entre ambas hinchadas para ponerle coto a la guerra con piedras. Los agentes se hicieron paso con algunos disparos al aire y lograron calmar a los exaltados después de casi seis minutos. Se sabía de antemano que existe antipatía entre ambas barras. No era nada desconocido. Por eso el incidente, que por suerte fue menor, pudo haberse evitado si se hubiera colocado a la policía antes del arranque del encuentro en sendas populares.
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