Año CXXXVI
 Nº 49.804
Rosario,
domingo  06 de
abril de 2003
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Lejos en el juego y en el resultado

Los pecados capitales que cometió Central ante Vélez, según Russo, fueron que no pudo manejar la pelota y que perdió en las divididas. Ayer, ante Colón, sucedió lo contrario. El equipo tuvo el monopolio del balón y ganó casi siempre las comprometidas, pero no tuvo ideas para desequilibrar, más allá de esos minutos vibrantes que entregó en el primer tiempo, en los que debió alcanzar la merecida igualdad. Pero quedó preso de sus urgencias y necesidades. No tuvo la calma suficiente para darle destino cierto al balón y alcanzar el volumen de juego que este equipo precisa. Y lo terminó pagando con un empate que, si bien le permite sumar, es escaso en virtud de la obligación imperiosa que tiene de subir en los promedios.
Como siempre, o casi, el desenlace de un partido se decide desde la posesión de la pelota. Por eso, el DT auriazul priorizó un mediocampo con buen pie (el Mellizo Gustavo, Messera y Vitamina Sánchez) en procura de lograr mayor volumen de juego. Y contrariamente a lo aconsejable, a priori, Colón le regaló el balón después de ponerse en ventaja. Sin embargo, eso no significó ninguna ventaja.
El Mellizo tuvo una tarde para el olvido. Impreciso y errático. Messera deambuló por la cancha. Y para hacer más notoria su ausencia se comió un gol increíble, sin arquero. Sólo Vitamina, sin alcanzar un alto nivel, escapó a la medianía general. Pero ni individual ni colectivamente fueron solución para generar juego, algo que este equipo necesita para lastimar a los rivales.
La carencia de juego se hizo más evidente cuando Russo decidió apostar a tres de punta en busca de mayor profundidad. Mandó a Mandra a la cancha, pero sacó a Vitamina que había sido el más claro de los creativos. Enseguida intentó corregir con Pino por Messera, pero ya era tarde. Entonces, el equipo terminó siendo largo y los delanteros quedaron expuestos y aislados, porque no había nadie que los abasteciera correctamente. El equipo pasó a depender casi exclusivamente del vértigo, porque nadie era capaz de tener el balón y pensar el partido. De hecho, en el final el Chelito se convirtió en un enlace improvisado, lo que terminó simplificando el trabajo de los defensores sabaleros. Central tuvo la pelota pero careció de ideas. Al cabo, esa ráfaga del primer tiempo quedó como un hecho aislado, porque quedó tan lejos en el juego como en el resultado.


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