La desesperación siempre juega en contra. Casi todas las veces termina siendo un aliado del rival. Nubla la razón y confunde el camino. A la hora de subir la cuesta, provoca el efecto contrario. Y se transforma en la valla más difícil de saltar. Entonces no se encuentran los caminos y se sufre más de lo que se goza. Como le pasó ayer a Central. Que necesitaba como el agua un triunfo para dejar atrás la dolorosa derrota de hace siete días en Liniers ante Vélez, pero que, sin embargo, nunca tuvo la claridad ni la eficacia para vulnerar a un limitado Colón y permitió de esa manera que reaparecieran algunos fantasmas que parecían lejanos y ahora se ciernen sobre su futuro inmediato y mediato.
Central se quedó en Liniers. Arrancó dormido, pasó a perder por una distracción suya y una avivada de Belloso, luego encerró a su rival contra Tombolini, y al final debió mediar un error del juez para que llegara al empate. Aunque esa igualdad se pareció mucho más a una derrota que a un reparto equitativo de puntos.
Un reparto que pudo haber tenido otra distribución si Central hubiese acertado lo que generó en el segundo cuarto de hora del primer tiempo cuando, con más vértigo que fútbol, metió a Colón contra su arco y convirtió a Tombolini, el ex arquero canalla, en la figura de su equipo. A punto tal que ahogó el grito frente a un remate bajo de Vitamina Sánchez, primero, y Delgado, después. Pero también lo tuvo Messera con el arco vacío y Figueroa dejó colgando su cabezazo del techo del arco.
Ese rato, aunque breve, fue lo mejor de los auriazules en el partido. Antes y después de eso se pareció mucho más al equipo que perdió en Liniers que al que ganó claramente el clásico hace 15 días frente a Newell's. Pese a tener el monopolio de la pelota durante 80 minutos lució nervioso, apurado, impreciso, y como consecuencia no tuvo volumen de juego. Abusó del pelotazo frontal, fue un equipo demasiado largo, los generadores del juego (Vitamina fue el único que aportó algo) estuvieron en otra cosa y el Chelo Delgado -lo mejor en ofensiva- se excedió por momentos en la individual.
Encima, a la hora de defender se mostró dubitativo, lento y desconcentrado. Sólo el Cata Díaz -debió marcar a Carignano- cumplió en este ítem. Producto de esas distracciones llegó el gol sabalero, cuando Belloso vio a toda la defensa dormida, hizo rápido un tiro libre -al parecer los canallas pidieron barrera- para Toresani, que entró sólo, como pancho por su casa, por el vértice del área grande y sentenció a Gaona al primer palo.
A partir de ahí -recién iban 12 minutos-, Colón, por suerte para Central, prácticamente renunció a toda posibilidad de inquietar a Gaona y sólo se limitó a tirar pelotazos para el solitario Carignano, como único argumento de ataque. El equipo del Patón Bauza pareció dar muestras de su conformismo, cuando luego de la apertura del marcador, Martínez -que había arrancado como volante por derecha y en tándem con Toresani tuvieron a mal traer a Papa-, pasó a desempeñarse casi definitivamente como lateral y dejó de pesar en el desarrollo.
Las salidas alternativas de Vitamina y Messera le quitaron el poco fútbol que había tenido el equipo y a esa altura la falta de ideas se convirtió en ceguera para un equipo que terminó preso del nerviosismo, que parece estar sufriendo el síndrome posclásico y que le dio vida a viejos fantasmas que parecen cernirse sobre su futuro.
Síntesis
R. Central 1: Gaona 5; Ferrari 5, Carbonari 5, Daniel Díaz 7 y Papa 5; Gvo. B. Schelotto 4 (70' M. Quinteros 5), D. Quinteros 5, P. Sánchez 6 (54' Mandra 4) y Messera 5 (61' Pino 4); C. Delgado 6 y Figueroa 6. Suplentes: Castellano y Leonforte. DT: Miguel A. Russo.
Colón 1: Tombolini 7; Píccoli 5, Herbella 5 y Pereyra 6; J. Martínez 6, Toresani 5, Capurro 6 (64' Alemao 4), M. Romagnoli 5 y J. Delgado 4 (56' Gavatorta 5); Belloso 4 (71' Parodi) y Carignano 5. Suplentes: Rivas y Blanco. DT: Edgardo Bauza.
Estadio: Gigante de Arroyito.
Arbitro: Gustavo Bassi (4).
Goles: 12' Toresani (C) y 57' Carbonari (RC), de penal.
Amonestados: Gvo. B. Schelotto y D. Quinteros (RC); Tombolini, Pereyra, Toresani, Capurro y Romagnoli (C).
La Ciudad
