Año CXXXVI
 Nº 49.798
Rosario,
lunes  31 de
marzo de 2003
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Guerra en el Golfo. El impacto en Pakistán del enfrentamiento armado
Una "amenaza directa" contra el Islam

Nueva Delhi. - La intervención de las fuerzas norteamericanas en el Golfo puede representar un gran impacto en la Umma (comunidad islámica). De los países musulmanes, Pakistán es el segundo en población y, entre ellos, el único poseedor de armas nucleares. Su endeble estabilidad política, la creciente influencia del Islam en las fuerzas armadas, el aumento del fundamentalismo y la posibilidad de una severa crisis interna conforman apenas parte de un rompecabezas con final incierto mientras las tropas aliadas continúan en la búsqueda de la cabeza de Saddam Hussein.
Tradicionalmente se estimaba que el fundamentalismo en Pakistán estaba sólo representado por una pequeña minoría de alrededor del 15% de la población, aun a pesar de las campañas de islamización de Zia ul-Haq y de los traumas derivados de la campaña contra la presencia soviética en Afganistán. Esta situación se habría modificado sustancialmente después de la intervención internacional en territorio afgano y de las subsecuentes operaciones antiterroristas libradas en suelo paquistaní. Dichas acciones habrían despertado sentimientos de solidaridad entre la población de Pakistán, ante lo que interpretan como una ofensiva general de Occidente contra el Islam.

Parlamentarismo y analfabetismo
Como trasfondo de esta situación aparece el golpe de Pervez Musharraf, quien en su entendible afán de descalificar a las estructuras políticas tradicionales de Pakistán terminó por crear espacios políticos para los partidos de raíz religiosa. Estos desarrollos se vieron reflejados en los resultados de las últimas elecciones, en octubre de 2002, que determinaron no sólo un Parlamento nacional virtualmente dominado por los integristas, sino los gobiernos y asambleas de dos provincias (Baluchistán y la Provincia Fronteriza del Noroeste, NWFP) en manos de grupos con programas de neto corte Talibán, con la prohibición de alcohol y cines, por ejemplo.
La provincias cuentan con un sistema parlamentario de gobierno: el ministro jefe (ejecutivo) es elegido por la Asamblea Provincial y el gobernador es nombrado por el gobierno central. Pero el nombramiento de un gobernador militar en la NWFP -probablemente a instancias de Estados Unidos- no parece haber mejorado apreciablemente la situación.
Los altos números de analfabetismo (la tasa oficial es del 55%) seguramente contribuirán a que la intervención en la Mesopotamia sea interpretada por grandes capas de la población como un ataque de Occidente contra el Islam. Existen en la actualidad grupos políticos en ascenso que indudablemente manipularán estos sentimientos con el fin de ampliar sus cuotas de poder.

Las fuerzas armadas, otro problema
Otra fuente de preocupacion es la estabilidad de las fuerzas armadas paquistaníes. El intento de golpe de Abassi y el contenido de los artículos en la revista militar Hilal, además de otros indicadores, apuntan a una creciente influencia del Islam en las fuerzas armadas de Pakistán.
Adicionalmente, analistas políticos señalan que, en caso de una fuerte crisis interna, los mandos militares paquistaníes enfrentarían una situación compleja: la orden de represión bien podría no ser aceptada por parte de los efectivos, viéndose así afectada la unidad de las fuerzas armadas. Muy posiblemente los mandos decidan mantener sus fuerzas al margen, dejando que los acontecimientos sigan su curso. Es decir, en la hipótesis de que el Estado paquistaní tenga que hacer frente a una crisis interna desatada por grupos fundamentalistas, muy probablemente no pueda confiar plenamente en sus fuerzas armadas para la tarea. En un país donde las fuerzas policiales son fácilmente desbordables, esto significa un Estado en una virtual situación de indefensión.
Bajo esta luz cobran relieve las recientes declaraciones del presidente Musharraf en el sentido que, después de Irak, "el próximo podría ser Pakistán". Dado el perfil de Musharraf, no es probable que estas palabras hayan sido azarosas; aunque hubieran sido pronunciadas como una apelación a poner la casa en orden, se interpretan como un mensaje deliberado. Lo que sorprende a los analistas es la poca repercusión que le otorgaron los medios.
En cualquier caso, la situación de Musharraf se ve día a día más comprometida: su gobierno no logró aún los cambios cualitativos que pretendía para Pakistán, la democracia que impuso es vista por un amplio espectro de la opinión como una farsa, el fundamentalismo gana terreno. Para complicar el esquema, su gobierno esta alineado con los Estados Unidos, el "Gran Satán" para una parte importante del pueblo, y su principal apoyo son las fuerzas armadas, cuya lealtad al presidente es relativa. Musharraf estaría asi cabalgando un tigre nuclear.
\(*) Licenciada en Ciencia Política de la UNR, profesora visitante en las universidades New Delhi y Nehru de la capital india



Dos niños paquistaníes en una marcha antibélica.
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