Alejandro Cachari / La Capital
Antes del partido de anoche el empate no era suficiente para apaciguar las aguas del tormentoso mar por el que navega Newell's en el torneo Clausura. Después de lo que se vio, hasta podría considerarse como una bendición aquel toque de Rosales en tiempo de descuento. La conclusión, sin embargo, es bastante diferente. Ese gol de Mauro le hace daño a Newell's. ¿Cómo? Eso, lo daña. Disimula una actuación muy pobre y les permite a los protagonistas subirse al envión de esa agónica conquista para proclamar los merecimientos rojinegros en un partido descompuesto por los incidentes que estiraron el segundo tiempo a casi una hora de juego. Lo peor que les podría suceder a los integrantes del grupo que componen el cuerpo técnico y los jugadores es convencerse de que ayer las cosas se hicieron bien. En realidad, no hubo síntomas de mejoría. Apenas un empate que no fue derrota de milagro frente a un equipo al que Newell's le ganó claramente en el Apertura como visitante. El árbol no debería tapar el bosque. La actuación rojinegra fue una prolongación de la magra producción que tuvo en el clásico. De nada sirve tratar de disfrazar la enfermedad con paliativos inocuos. Con una aspirina no es suficiente, todo lo contrario. Primero se debe hacer el diagnóstico adecuado para atacar con el remedio que corresponda. Las declaraciones del final no son un buen síntoma. Quienes creen que el equipo mejoró se equivocan. Los errores fueron los mismos. La carencia de juego y profundidad idénticas. Muchas cosas deben cambiar antes de Unión.
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