Washington. - Que EEUU es un país que está en guerra sería algo muy difícil de adivinar para quien, sin saberlo de antemano, caminara por las calles de Washington DC. Poco ha cambiado en la vida de los habitantes de la capital federal, a pesar de ser la sede de la Casa Blanca y el Capitolio, y del Pentágono en la orilla de enfrente del río Potomac. "Realmente esta no parece la capital de un país en guerra", dijo Cecilia Zerpa, una venezolana que vive en esta ciudad desde fines de 2001. La única diferencia notoria es una que otra leve demora en el tránsito debido a algunas manifestaciones contra la guerra, y banderas de EEUU flameando en los carros de policía que patrullan la ciudad.
"A nadie le importa nada. Estoy viendo una indiferencia que me desespera, en cierto sentido", dijo Marcelo Sotomayor, un economista argentino que llegó a vivir a Washington el año pasado y que trabaja en una consultora internacional. "Acá en la oficina lo único diferente que te puedo contar es que nos mandan de vez en cuanto E-mails y Voice-mails (correos de voz) con instrucciones de qué hacer en caso de que pase algo", como un atentado terrorista que afecte el edificio. "Pero eso es todo. Nadie habla de la guerra, nadie se preocupa. Tampoco siento comentarios acerca de los bombardeos, ni a favor ni en contra. La verdad es que no entiendo nada", dijo, al recordar qué diferente era Buenos Aires cuando en los ochentas estaba en guerra con Gran Bretaña por las islas Malvinas. "Nadie hablaba de otra cosa", señaló.
Sotomayor dijo que el miércoles, la empresa donde trabaja cerró temprano "porque todos querían ver la televisión a ver cómo empezaba la guerra". Eso le pareció "lógico", y supuso que continuaría pasando todos los días, pero se equivocó.
Entre los pocos cambios que sí se ven en Washington se cuentan los embotellamientos, que ya son un dolor de cabeza en tiempos de paz, pero que empeoraron debido a que las manifestaciones, por ser poco numerosas, intentan marcar su presencia causando interrupciones en el tránsito. Un grupo de algunas decenas de personas protestó el viernes contra la guerra en el centro de Washington. Ocho de ellas se disfrazaron de víctimas civiles iraquíes, tenían maquillaje imitando heridas y sangre, y portaban carteles que decían "daños colaterales".
La paciencia se agota
Los disfrazados se acostaron en un importante cruce de avenidas, simulando estar muertas, y mantuvieron el tráfico detenido durante algunos minutos hasta que llegó la policía y les ordenó despejar el lugar. Se negaron, y fueron arrestados. La mayoría de los automovilistas espera en su auto a que la policía aclare el camino, pero algunos sienten que la paciencia se les agota, especialmente los conductores de taxis, que deben lidiar con estas escenas todo el día y ven perjudicados sus ingresos.
Otro cambio es que hay más seguridad en la ciudad. Pero lejos de la Washington de los días posteriores a los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001, en que se veían militares fuertemente armados por toda la ciudad, esta vez sólo se ven patrulleros de policía. Alrededor de la Casa Blanca se ha incrementado la seguridad, pero las calles que están cerradas al tránsito son solamente dos: Pennsylvania Avenue, que fue cerrada durante la Administración Clinton, y la calle E, que permanece así desde el 11 de septiembre.
Cruzando la plaza Lafayette en frente a la Casa Blanca, la calle H mantiene su circulación normal, con líneas de buses parando en esa esquina desde la cual se puede ver la entrada principal de la residencia presidencial. "Si uno quiere, no tiene por qué enterarse que el país donde uno vive está en guerra", razonó Zerpa. "Basta con no leer los diarios y no prender la tele, y ya está. Yo escucho música con mis «walkman», y si veo algo de la guerra en alguna tele, hago de cuenta que es alguna película que están por entrenar". (DPA)