La hinchada de Central estuvo a la altura de lo que había en juego y su entusiasmo contrastó con la del equipo que debió tener la responsabilidad de hacer pesar la localía. Llenó su espacio en la popular asignado y parte de las plateas y, sobre todo, alentó durante todo el partido. Y aunque se retiró mascullando bronca e impotencia, y acordándose de toda la familia de Giménez, no apeló a la violencia tan habitual en estos casos (salvo unos pocos objetos arrojados al campo en el final), más en una definición tan polémica en contra como la vivida en Santa Fe. El grito de aliento sólo se tapó por el festejo de los agónicos goles de Capria . Y se notó más aún por la apatía de los hinchas tatengues, que pese a todo lo que había en juego y a que fueron seducidos de mil maneras para llenar el 15 de Abril y hacer sentir la presión, no sólo dejó grandes claros en las tribunas sino que apenas se hizo oír. ¿Cuántos se trasladaron a Santa Fe? Aunque las cifras nunca pueden ser exactas, seguramente cerca de dos mil canallas recorrieron los 150 kilómetros que separan a Rosario de la capital provincial y dejaron en claro que para ellos la cita era impostergable. Tuvieron dos momentos de delirio pero después Giménez les borró la sonrisa, pensando no sólo en que Unión los pasó en el promedio sino en la cantidad de bajas del equipo. Un castigo demasiado grande a semejante demostración de afecto.
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