Alejandro Cachari / Ovación
Santa Fe (Enviado especial).- La vorágine empieza a pasar lentamente por el tamiz. Las primeras conclusiones, siempre apresuradas en estos casos, mezclan las responsabilidades. Entorpecen la designación de los protagonistas principales; los que hicieron las veces de disparadores de los disparates antideportivos que derivaron en el luctuoso saldo deportivo que dejó el partido para Central. Allí, a la hora de señalar a quienes tuvieron intervención directa en el descontrol luchan por el primer lugar el sargento Daniel Giménez y Miguel Angel Russo. El árbitro por sus desatinos, el entrenador por su desproporcionada reacción ante una infracción a Papa no sancionada. Central ganaba 2 a 1 y el entrenador quizás haya pretendido planchar el partido por unos minutos. Pero el tiro salió para su lado. El asistente informó al DT y comenzó la locura. El resultado fue claramente perjudicial para Central: fueron expulsados Russo, Cinquetti y Mandra, quien había sido reemplazado por Delgado. Debería consignarse que en este plantel de Central hay demasiada juventud y el mensaje que llegaba desde afuera perturbó a los que estaban adentro al punto de desestructurar de manera lapidaria al equipo. Hasta allí el arbitraje de Giménez era de regular para abajo, pero los nervios de Russo, incidieron en la predisposición de sus jugadores. El sargento había perturbado a Mandra durante el encuentro con infracciones al revés y había cobrado una infracción inexistente en la jugada que terminó en el primer empate tatengue. Error que repitió en el 2 a 2, cuando penalizó a Pino después de que el cordobés le arrebatara reglamentariamente la pelota a Capria. A la salida de ese tiro libre apareció un dudoso penal de Talamonti a Weisheim que el Mago transformó en gol. Aquella postura del asistente que acabó con las expulsiones en el banco de suplentes, motivó declaraciones más políticas que deportivas, y muy duras, de Russo. Quizás esa actitud del entrenador termine por darle forma a su responsabilidad, aunque haya dicho que no dijo nada (ver página 5). En los vestuarios, el secretario Néstor Mascó puso en tela de juicio la actitud asumida por el DT. Llegó el penal de Castellano a Weisheim, la expulsión del arquero por la aplicación de la ley de último recurso y la de Rivarola por tumulto. Con el partido 3 a 2, Pino fue molestado cuando pretendía realizar un lateral y golpeó al preparador físico albirrojo Rodrigo Anaya. La gresca se generalizó. Un policía empujó a De Bruno, mientras Vitamina intentaba calmar. El árbitro jugó hasta los 54' y lo dio por terminado mientras los hinchas de Central se iban de la cancha y los jugadores buscaban una pizca de serenidad inexistente mirando el piso. Pero todo se había disparado mucho antes. Exactamente cuando Central estaba arriba en el marcador. El barullo también envuelve al análisis, mezcla de conclusiones y crónica que sólo alcanza a determinar que entre Russo y Giménez pretendieron apagar el incendio con nafta.
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