Año CXXXV
 Nº 49.627
Rosario,
viernes  11 de
octubre de 2002
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Una militante social discapacitada fue atacada en la Facultad de Derecho
La impunidad golpea dos veces
Se trata de Susana Abalo, quien asegura que la agresora es la misma que irrumpió en su domicilio en agosto pasado

Paola Irurtia Javier Felcaro / La Capital

La militante social Susana Abalo, quien sufrió un ataque en su vivienda el 21 de agosto pasado, fue nuevamente agredida ayer en la Facultad de Derecho, a menos de 100 metros de la sede de la Gobernación. La integrante de la comunidad cristiana Mensajeros de Jesús, que es discapacitada motriz, fue silenciada con una cinta adhesiva sobre la boca por una mujer que le cortó la cara y la golpeó con total impunidad dentro de un baño. A la hora de las responsabilidades políticas, la víctima mencionó a Carlos Reutemann. Y sus sospechas apuntaron hacia el subsecretario de Seguridad provincial, Enrique Alvarez.
Hay un dato clave: esta vez, Susana pudo verle la cara a la agresora (otra persona se habría quedado afuera actuando de campana). Resaltó que se trata de la misma mujer que la sometió a torturas y vejaciones en su domicilio en agosto.
La militante, de 46 años, había recibido amenazas antes y después del primer ataque, investigado por las Tropas de Operaciones Especiales (TOE) con el apoyo explícito del ministro de Gobierno, Esteban Borgonovo, quien anoche prometió "redoblar esfuerzos" (ver aparte). Si bien las actuaciones están en manos de la Justicia provincial, es inminente su traspaso al fuero federal.
"Este es el aperitivo", fue la macabra advertencia que dejó, antes de huir, la atacante, quien esperó a Abalo en el baño de mujeres, uno de los pocos sitios al que concurrió sin compañía, ya que es permanentemente cuidada por sus propios compañeros más allá de la custodia policial que tiene asignada en su domicilio. Pero, como hace casi dos meses, la protección fue burlada.
La agresión se registró minutos antes de las 9.30, horario en el que la mujer debía cursar una clase de Derecho Administrativo. Llamativamente, el profesor a cargo de la cátedra, José María Lombardero, también fue blanco de amenazas por haberse solidarizado con Susana tras el primer ataque.
"Llegó a sentarse en el inodoro y, del habitáculo de al lado, le cayó encima una mujer, que le tapó la boca con una cinta adhesiva y le cortó la cara", contó uno de los compañeros de Abalo en el Hospital Clemente Alvarez, donde fue asistida. La mayoría de los golpes los recibió en la cabeza y los tajos en la cara. Las lesiones fueron provocadas con un elemento muy fino y filoso, como un bisturí.
El brutal hecho pasó inadvertido hasta que un no docente escuchó los pedidos de ayuda de Abalo, quien ya se había librado de la cinta adhesiva y golpeaba desesperada las paredes del baño. La encontraron completamente ensangrentada.
Los únicos ruidos que habían escuchado los profesores y estudiantes que estaban más cerca fueron "similares a los que se producen cuando un alumno se recibe y hay festejos". Por eso se especuló con que se pretendió enmascarar el ataque. Aseguraron, además, que el baño debió haber estado custodiado.
Según Enrique Font, abogado e integrante del Centro de Derechos Humanos de la Facultad, "estamos hablando de gente especializada, servicios de inteligencia". Y lanzó acusaciones sobre el gobierno provincial (ver aparte).
Con la cara tajeada y vendada, y la voz entrecortada por la bronca, Abalo volvió a su casa al mediodía. "Me voy de Rosario", se le atragantaron las palabras. Aun así, la fuerza que la impulsó a trabajar en la comunidad cristiana, asistir a los que menos tienen en Villa Banana, participar de proyectos sociales de mediación contra la violencia (con el respaldo de Gobierno) y estudiar Derecho, la volvió a la realidad por la que peleó toda su vida.
"Responsabilizo a Reutemann, porque ratificó en su cargo a Alvarez, una persona que durante 20 años perteneció a un servicio de inteligencia", subrayó Susana, quien reiteró que la atacante fue la misma mujer que entró a su casa: "Esta vez tenía los lentes; la pude ver bien". Y afirmó que recordaba su físico y cabello "de color castaño claro, trenzado".
Ese miércoles de agosto, sus atacantes fueron un hombre, que portaba un revólver, y una mujer, que llevaba un arma blanca. Aunque no pudo verlos porque una trompada le voló los lentes y, después, se desmayó varias veces de dolor por las vejaciones y torturas a las que fue sometida.
Ayer, la conmoción abarcó a toda la comunidad universitaria, militantes sociales y defensores de los derechos humanos, que inmediatamente se congregaron frente a Derecho y a la sede de la Gobernación para reclamar una reunión urgente con Reutemann y exigir el esclarecimiento de los ataques.
Las calles Moreno y Santa Fe estuvieron cortadas durante toda la mañana. La Facultad fue tomada simbólicamente por los estudiantes y los docentes levantaron las clases. Al caer la tarde, Derecho fue epicentro de un masivo acto de repudio(ver página 4).



Estudiantes y militantes salieron a repudiar el ataque. (Foto: Enrique Rodríguez)
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Susana Abalo sufrió numerosas heridas cortantes. (Foto: Angel Amaya)
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