Año CXXXV
 Nº 49.581
Rosario,
domingo  25 de
agosto de 2002
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El partido de los técnicos
Zamora y Gallego vivieron intensamente el encuentro
Luego de la dura batalla, el empate pareció dejar conformes a los entrenadores

Rodolfo Montes / La Capital

Son nacidos y criados futbolísticamente en el mismo club pero en distintas décadas. Anoche, a Julio Zamora y Américo Gallego les tocó enfrentarse pero empezaron saludándose con un gesto amistoso y una sonrisa. Después cada uno tomó su ubicación y trataron de vivir el partido que fue muy intenso del modo más calmado posible.
Zamora, vestido con un suéter claro y un jean celeste, se sentó en un banquito junto al banco visitante y desde allí trató de dar algunas indicaciones en medio de un clima ensordecedor. De a ratos se paraba y con su clásica postura de brazos en jarra sobre la cintura, dejaba consumir su ansiedad.
El gol de Rosales, casi en el final de la primera etapa, apenas lo festejó e inmediatamente llamó al Pájaro Domizi y le dio una indicación tratando de que su equipo no se dispersara en el festejo.
Por el lado del banco local, al Tolo, vestido con el atuendo deportivo oficial del club, se lo vio más contenido y pocas veces saltó de su sitio dentro de donde estaban sentados los suplentes.
Cuando Domínguez empató no se lo vio festejar especialmente, tal vez preocupado porque Independiente no lograba superar a Ñuls.
Aunque en el final, una vez que Juan José Serrizuela estrelló su tiro libre en el palo derecho de Passet se fue gesticulando y agarrándose las manos como diciendo que evidentemente después de esa no era la noche del rojo.
En el final, íntimamente se sintieron conformes. Sus equipos habían protagonizado una durísima batalla y después de todo el empate no le vino mal a ninguno.


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