No hay duda: Julio Zamora estudió muy bien a Independiente y planificó correctamente el partido. Salió con una mayor ambición que contra River y tuvo los reflejos suficientes para ajustar el funcionamiento táctico de su equipo de acuerdo a las circunstancias que se fueron dando en el trámite del cotejo. Las bondades de este equipo rojinegro residen en una sincronización defensiva muy aceitada, en la diagramación de una zona de volantes con jugadores polifuncionales y en materia ofensiva con la velocidad necesaria para poder sorprender y desequilibrar. Toda esta gama de recursos está puesta al servicio de una actitud colectiva basada en el sacrificio y también en la humildad. Por eso no sorprendió anoche que en los instantes más complejos los jugadores de Newell's mostraran un carácter solidario para contrarrestar una mayor jerarquía individual de Independiente. Newell's fue a Avellaneda como líder y en la búsqueda de los tres puntos necesarios para seguir escalando. En ningún momento se convirtió en simple partenaire. Y para eso demostró que para intentar ganar no es imprescindible avanzar por avanzar, sino que es fundamental partir desde el orden y pensar los diferentes movimientos para defender, como así para atacar. Desde esta línea argumental, el esquema de Newell's se sostiene en dos zagueros centrales, Crosa y Grabinski, que mostraron una solidez casi implacable. En el mediocampo, cuenta con un ordenador llamado Ponzio que hace todo desde el esfuerzo, el sacrificio y la inteligencia, auxiliado por la experiencia de Domizi y el espíritu combativo de Liendo más esos dos locos bajitos llamados Manso y Rosales que hacen maravillas con su físico a una velocidad difícil de contrarrestar. Como materia pendiente, a este Newell's le falta algo más de contundencia en los delanteros y es aquí donde el Negro Zamora evidentemente está buscando una solución, la que todavía no encuentra porque Sacripanti no acierta y porque a Lagorio le falta bastante para encontrar su plenitud futbolística.
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