Fernando Gabrich / La Capital
Antón Pirulero, cada cual atiende su juego". Así fue el planteo que anoche dispusieron Newell's e Independiente. Cada uno basó su funcionamiento táctico de acuerdo a sus virtudes. Y ambos pensando en sumar para seguir prendidos arriba. Independiente, impulsado por el valor de sus individualidades y el clima eufórico de un estadio repleto, salió a comerse el partido. Y Newell's, tomando nota de eso, saltó a la Doble Visera a aplicar lo que mejor sabe: orden defensivo y lucha. Mucha lucha. Le salió bien a Zamora. Es cierto que no ganó y que los palos estuvieron de su lado pero la estrategia de juego que planteó fue la acertada. Newell's sabe que la defensa es su mayor virtud y por eso no se asustó por el embate de Independiente, que con su movilidad de mitad de cancha hacia adelante salió a hacerse dueño del partido. Además, tuvo en Ponzio un león en la mitad de la cancha como rueda de auxilio para cerrar los avances de Montenegro y compañía. De mitad de cancha hacia adelante apostó por Manso, la velocidad de Rosales y el oportunismo de Sacripanti. Ahí el que mejor funcionó fue el delantero de Villa María. Fue tan buena su noche que abrió el marcador con un golazo, picándola por encima de Leo Díaz. En el complemento Zamora retrasó aún más sus líneas y apostó decididamente al contragolpe. Parecía que sólo un error podía abrir el cerrojo de una defensa demasiada segura. Y ese error llegó. A Passet, correcto en su labor, se le resbaló la pelota de las manos y le dejó el empate a Domínguez. En ese momento la euforia local parecía que ayudaría a Independiente a ponerse en ventaja pero Newell's volvió a sacar la bandera del orden y la lucha. Aguantó cuanto pudo, intentó jugar y generar peligro, y terminó llevándose un empate, que previo a un clásico y ante un rival que pinta para luchar el título hasta el final, suena casi a triunfo.
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