Los 10 pesos -ahora apenas poco más de 3 dólares- que cobran los cuidacoches en las adyacencias del Buenos Aires Lawn Tennis parecen fuera de contexto en medio de semejante crisis. Ni hablar de los precios de las entradas. El patético ejercicio de contraste puede realizarse a las pocas cuadras. Caminando unos pasos "reaparece" la Argentina verdadera. Es que todo aquí, en el corazón de Palermo, parece impuesto para que lo verdadero sólo se transforme en una anécdota. Como si se cumpliera con el acto tan común en este país de tirar la basura debajo de la alfombra. La opulencia brilla en los anteojos Ray Ban de la gran mayoría. Los celulares plateados, de los más modernos, suenan y suenan como si en vez de un partido de tenis se estuviera en una muestra gratis de poderío económico y bienestar. Es así, aunque parezca insólito, no son muchos los que pueden mantener el status de la utópica Argentina de no hace mucho tiempo. La mayoría aquí ni se preocupa por el corralito, hace mucho tiempo que esquivó las reglas de juego de las grandes mayorías. La TV le muestra al mundo un país extraño, diferente. Hasta debe resultar incoherente, en el exterior, recibir las imágenes de Plaza de Mayo (entre otras) y ahora las del Buenos Aires. Muy difícil de comprender para los foráneos, muy doloroso para los nativos. No estaría mal consultar a los croatas sobre cómo es aquello tan extraño de pelear por los ideales de un país. El ritmo de la imponente capital argentina hace tiempo que se hizo moroso, mucho más lento. Pero aquí, en Palermo, en la capital del fuera de contexto, el esfuerzo por aparentar un país que ya no está, derrota ampliamente a la realidad. En medio de una típica construcción inglesa enclavada en los bosques de Palermo asoma el Buenos Aires Lawn Tennis. El de las increíbles batallas del enorme e incomparable Guillermo Vilas, el de las grandes actuaciones de José Luis Clerc, Alberto Mancini, Gastón Gaudio, Martín Jaite; el de los fracasos del tan talentoso como falto de temperamento Franco Davin. El de otras épocas, el del tenis parido por Vilas como un deporte popular. Afuera, a unos pocos metros, entre los árboles centenarios conviven los que le rinden un culto a su cuerpo con todo tipo de ejercicios y los mendigos. Los dueños de un BMW y los cuidacoches, los que lucen la ropa más cara y los que transitan en cueros pero no por imperio de la temperatura. Adentro, el silencio sólo se interrumpe ante un precioso revés de Gastón Gaudio, o la enésima tentativa de Chela por meterse en el partido. Afuera, no muy lejos, más precisamente en Salguero y Juncal, una balacera destruye el amanecer del viernes y la vida de un ex custodio del canciller Carlos Ruckauf. El contraste daña, duele, lacera. Adentro, un equipo de primer mundo lucha por instalarse entre los cuatro mejores por quinta vez en su historia. Afuera, un país lucha, sin suerte por ahora, por encontrar el rumbo, por la igualdad imposible, por la paz perdida, por los derechos desaparecidos, por la inexistente jerarquía de sus dirigentes. Afuera y adentro, crece, se desarrolla y se instala impiadosa la dolorosa república del contraste.
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