El PJ evidenció ayer su inveterada vocación de poder y rompió con la histórica tradición institucional de la posdictadura, que le reservaba al oficialismo la presidencia provisional del Senado. Jugó riesgosamente todas sus fichas a ganador y ahora la gobernabilidad también está en sus manos.
Los legisladores peronistas no ahorraron gestos para hacer aún más ampulosa su virtual toma de la vicepresidencia de la Nación (justificada por la silla vacía que dejó Carlos Chacho Alvarez) y, por momentos, convirtieron a la Cámara alta en una unidad básica, donde no faltó la liturgia partidaria. Cuando la Marcha Peronista atronó en el recinto de sesiones, todos habrán pensando que el regreso al poder quedó a la vuelta de la esquina.
Pese al enardecido discurso del presidente del radicalismo, Angel Rozas, quien acusó a la oposición de tomar por asalto las instituciones, el gobierno nacional se limitó a balconear la situación como quien observa el campo de batalla desde una posición de derrota cantada. Es más, el mismísimo Raúl Alfonsín reprochó por lo bajo el "tono foquista" que Rozas le imprimió al documento del comité nacional.
La asunción de Ramón Puerta apenas sirvió para mostrar la nueva escena de una película que se repite desde el mismo momento en que el Ejecutivo comenzó a tropezar con sus propias carencias: licuación de poder político y dispersión de fuerzas a la hora de negociar, además de un profundo resquebrajamiento en la relación del partido de gobierno con el jefe del Estado.
La retirada
El dato más patético de la orfandad oficialista fue el retiro de sus legisladores a la hora de dar el debate político y dejar patentada su repulsión. Solamente la frepasista Vilma Ibarra (temblorosa y poco convencida) argumentó su voto negativo ante la elección de Puerta.
Si el radicalismo considera que la asunción del misionero como número dos en la estructura jerárquica del poder fue un capítulo amañado y escandaloso, ¿por qué no dio el debate en el mismo ámbito en que el supuesto estropicio se estaba consumando? \El nuevo escenario que muestra la Argentina parecería indicar que el peronismo tiene el futuro a pedir de boca. Pero algunas de las imágenes que se vieron ayer en el Congreso también provocaron gestos cercanos al espanto entre quienes recuerdan a la Cámara alta como un nido de aves rapaces, de activa participación en los últimos escándalos de corrupción. ¿O acaso Luis Barrionuevo es el ejemplo de la nueva forma de hacer política? \Haber cantado la Marcha Peronista mientras los radicales hacían abandono del lugar se transformará en una mera anécdota si es que el justicialismo privilegia los intereses del país antes que embarrar la cancha y zamarrear a un gobierno que no puede hacer pie en ningún terreno.
Precipitar la caída de De la Rúa, o utilizar la copiosa mayoría parlamentaria para acelerar el regreso al poder, podría transformarse en un bumerán para un partido que no hizo la menor autocrítica tras su paso por el gobierno durante la década del 90.