Nueva York. - Equipados como Rambo, los marines que el domingo por la noche comenzaron la cacería final de los talibán y los terroristas de Al Qaeda partiendo de una pequeña pista para aviones en el desierto de Kandahar, esperan completar el trabajo efectuado durante semanas los aviones norteamericanos. La operación fue bautizada Libertad Rápida, para connotar la movilidad que tendrán las operaciones.
Los soldados dibujaron las Torres Gemelas sobre las armas y vehículos de asalto, rezaron y recordaron Pearl Harbor, así como las operaciones de sus predecesores contra japoneses y vietnamitas.
Luego partieron a una de las misiones más difíciles de su historia: descubrir a un enemigo oculto en grutas blindadas y equipadas como hoteles, allí donde no consiguen llegar ni siquiera las bombas más sofisticadas.
El mulá Omar, Osama Bin Laden y sus respectivos ejércitos se atrincheraron, para una última defensa, en un sistema de túneles y cavernas construido en Afganistán a lo largo de los siglos, desde los tiempos de las invasiones de Alejandro Magno y el huno Atila.
La red comprende refugios esencialmente de dos tipos: los "karezi", cubículos nacidos como un antiguo sistema de irrigación que ofrece kilométricas vías de huida, y las cavernas fortificadas de la época de la guerrilla contra los soviéticos.
Para descubrir al enemigo en estas cuevas no bastan ni la superbomba GBU-28 "caza búnker", de 2.100 kilos, ni los misiles AGM 130. Hacen falta hombres, llamados a una de las misiones más peligrosas de la historia.
"Estados Unidos debe estar preparado para la pérdida de vidas", advirtió el presidente George W. Bush tras el comienzo de la misión de los marines.
Ellos, los 500 hombres que primero aterrizaron sobre la pista que un rico árabe hizo construir hace décadas para ir a cazar sobre los montes de Kandahar, saben bien qué les espera.
En las primeras horas del comienzo de la que fue rebautizada Swift Freedom (Libertad Rápida), controlaron una vez más los equipos a bordo del USA Peleliu, su base operativa en el mar Arábigo.
Un alfiler para clavarse la lengua
Cada marine está equipado para poder resistir autónomamente durante 15 días, y el grupo partió con depuradores de agua y cocinas especiales.
Cada uno tiene un equipo de supervivencia que incluye una Biblia y un sistema de GPS para conocer su posición, pero también un alfiler de gancho que los marines aprendieron a usar en los duros entrenamientos de Camp Lejune (Carolina del Norte) y Camp Pendleton (California): si un compañero pierde el conocimiento, otro con el alfiler le fija la lengua al paladar, para impedir que se ahogue.
Son técnicas dignas de Rambo, acompañadas por un profundo sentido de su misión. Las Torres Gemelas y la leyenda "9/11" (el 11 de septiembre) están sobre cada una de las armas, recordando el motivo por el cual están ahora en el desierto afgano.
A bordo del Peleliu, el coronel Christopher Bourne fue claro con los "muchachos" de la Task Force 58, como fue llamado el grupo de ataque.
Bourne les recordó los tiempos en que los marines fueron llamados a vengar Pearl Harbor, luego recordó el 11 de septiembre: "Hace once semanas nuestro país fue atacado. Ellos comenzaron esta batalla y ustedes la terminarán", arengó el domingo por la tarde, mientras la Task Force 58 subía a los helicópteros.
Los mapas rusos ayudarán
Los lugares que deberán atacar son objetivos de extrema dificultad. Rusia proporcionó en estas semanas los mapas de los "karezi", las cavernas y los búnkers que conocía en la época de la guerra con Afganistán, en los años 80.
Lugares de más difícil acceso son aquellos más equipados, como la ex base de los mujaidines de Tora Bora, en Jalalabad (a gran distancia del lugar donde operan los marines), en la que se señaló recientemente la presencia de Bin Laden.
En Tora Bora o en Zhawar Kili Al-Badr, un poco más al sur, hay complejos de cavernas equipados con sistema de ventilación y estructuras para largas estadías.
En Zhawar, un ex rebelde antisoviético, Maulvi Jalaluddin Haqqani, hoy jefe de las fuerzas armadas de los talibán, construyó un complejo de 41 cavernas, equipado con panadería, un pequeño hotel interno con habitaciones decoradas, un hospital con máquinas de ultrasonido, biblioteca, mezquita y armas de todo tipo. Cada caverna, contaron los ex generales soviéticos que las atacaron, tiene hasta 10 metros de largo, cuatro de ancho y tres de alto.
En los años 80, pese a los bombardeos, las puertas blindadas que protegían las entradas quedaron intactas. Les tocará a los marines hallar la manera de entrar y de detener a los enemigos que Bush quiere llevar "frente a la justicia". (Ansa)