Año CXXXV
 Nº 49.301
Rosario,
jueves  15 de
noviembre de 2001
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Existe el peligro real de que estalle otra guerra civil por el control de Afganistán
La caída talibán podría no traer la paz

Nueva Delhi. - El fin de una guerra suele significar en Afganistán el comienzo de una nueva. Así ha sucedido al menos en los últimos años. Incluso si la guerra de Estados Unidos y la Alianza del Norte contra los talibanes acabara pronto, esto no traería automáticamente la paz al país. Los talibanes que hubieran sobrevivido podrían pasarse a la clandestinidad o la Alianza del Norte podría desintegrarse. Pero, sobre todo, existe el peligro real de que estalle la violencia entre las milicias pashtún del sur y las tropas tayikas, uzbekas y shiítas que conforman la Alianza del Norte.
Nombres de ayer y anteayer de repente vuelven a sonar en Afganistán. En 1973, el rey Zahir Shah, de 87 años actualmente, fue derrocado por su primo. Ahora, el ex monarca pashtún podría ser el as en la manga de Occidente para un futuro gobierno que incluya a todos los grupos étnicos del país. Desde hace años, el tayiko Burhanuddin Rabbani, de 61 años, es un presidente sin tierra. Ahora quiere volver a desempeñar el mismo papel que tuvo antes de que fuera expulsado por los talibanes.
También parecía que hubiera pasado definitivamente el momento del uzbeko Abdul Rashid Dostum, de 47 años. Pero Dostum no es bien visto debido a que primero luchó junto a los soviéticos contra su propio pueblo para después aliarse con diversos mujahidines. Dostum dirige unas tropas que han cometido numerosos asesinatos y violaciones, se ha convertido de repente en un aliado de la potencia mundial Estados Unidos y lucha con su ayuda contra los talibanes.
En los 22 años de guerra y guerra civil que ha sufrido Afganistán, las brechas entre los distintos grupos étnicos se han profundizado cada vez más, opinan todos los expertos. Los mujahidínes, que fueron armados por Occidente para que lucharan contra las tropas soviéticas, se dividieron según criterios étnicos y, tras la salida de los soviéticos, comenzaron a luchar entre sí. Los talibanes, que en 1994 pusieron fin a la guerra civil de los mujahidínes, son pashtún.
Esto ha tenido consecuencias sobre la población, algo que se pudo ver claramente en Kabul en los últimos años. Antes, los habitantes de esta ciudad se sentían sobre todo ciudadanos de la capital, y el origen e idioma de cada uno sólo tenía un papel secundario. Hoy sin embargo los tayikos desconfían de los pashtún, y los shiítas hazara tienen miedo de todos. Sus ojos revelan su origen mongol, y esto sólo basta para despertar el odio de los otros, aseguran muchos hazara.
Estados Unidos y Naciones Unidas quieren actuar de manera equilibrada, y desean un futuro gobierno en el que estén representados todos los grupos étnicos, y que además trabajen juntos de manera pacífica. Oficialmente, nadie quiere una división de Afganistán. Aunque tampoco se puede descartar esta opción del todo. El país podría desintegrarse y en el sur podría formarse un "Pashtunistán". Las consecuencias que esto tendría para el vecino Pakistán, donde el 15 por ciento de la población es pashtún, son difíciles de calcular.
Occidente ha puesto sus esperanzas en Zahir Shah para que los pashtún colaboren en la solución multiétnica. Pero el nombre del ex rey trae consigo un segundo conflicto que lleva décadas sin ser resuelto: el que hay entre la élite, occidentalizada y con una buena formación, y los afganos que viven de acuerdo con la tradición islámica. El rey simboliza la élite, pero el papel de los tradicionalistas se ha visto reforzado con la huida de la burguesía del país.
Otros nombres del pasado demuestran cuánto daño se ha producido en el seno de los pashtún, el grupo étnico más grande del país. Gulbuddin Hekmatyar, de 54 años, quiere volver a tener un rol relevante. Al igual que Zahir Shah es pashtún pero, al contrario que el progresista monarca, Hekmatyar, antes de su carrera como guerrero sagrado respaldado por Occidente, era de los que lanzaban ácido a las mujeres de Kabul que vestían ropas occidentales.
Y también el pashtún Mohammed Yunis Chalis, de 82 años, que goza de una gran fama desde los tiempos de la lucha contra la Unión Soviética, es un extremista islámico. Tras la retirada de los talibanes ha asumido el poder en Jalalabad y, al igual que Hekmatyar, podría impedir que Zahir Shah asuma la voz única de los pashtún en el próximo gobierno.
Una y otra vez se habla de la "Loya Jirga" -el Gran Consejo de jefes tribales, ulema y otros representantes- como de una especie de asamblea constituyente para el futuro Afganistán. Pero los analistas consideran esta postura demasiado optimista. Y es que este país nunca ha tenido un gobierno centrista. Cuanto más fuerte es la presión para unificar Afganistán, más rápidamente podrían provocar los viejos conflictos una nueva violencia, temen los escépticos. (DPA)



Las tropas de la Alianza del Norte entran a Kabul.
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