Sergio Faletto
Central llegó a la Boca liberado por los pronósticos. Una derrota estaba en los cálculos. Con esa sensación ganó en tranquilidad. Por eso entró con confianza. Y así lo demostró rápidamente, cuando a través del orden táctico puso en crisis a un Boca que ya no es el de entonces. Pero los de Jota Jota cometieron un pecado capital: no definir. Y en el fútbol de la sin lógica, las sensaciones y los merecimientos se evaporan ante el poder del gol. El que sí tuvo Boca. El dominio inicial canalla tambaleó cuando Gaitán a los 17' hizo lo que los auriazules no supieron conseguir en las tres oportunidades que tuvieron previamente. El golpe, sin embargo, fue asimilado y Central no se apartó del libreto y continuó buscando por la derecha todas las gentilezas que le ofrecía Martínez. Paradójicamente, Central no era tan débil y Boca tampoco era tan fuerte. En este contexto, Arias enloquecía por izquierda y por derecha a todo aquel defensor xeneize que intentara detenerlo, pero los centros nunca encontraron bien ubicado a un desdibujado Juan Antonio Pizzi. Pero en este fútbol actual la experiencia cotiza en alza y por esta razón Traverso se vistió de guía, lo ayudó a Martínez a contener a Rivarola, equilibró en el medio y emparejó un trámite que hasta ahí mostraba a un Central superior pero anémico en definición. Los canallas pudieron alcanzar la igualdad sobre el final de la etapa, pero la convicción de Arias pudo más que la picardía, ya que si se hubiera arrojado cuando Schiavi lo tomó de la camiseta dentro del área antes de rematar, Madorrán tendría que haber sancionado un penal que pasó a segundo plano por la ley de ventaja. Pero Boca es Boca, y sin dudas que todavía cuenta con algunos jugadores de jerarquía. Asomó Riquelme y el equipo de Bianchi comenzó a inclinar la cancha a su favor. Pero en un partido raro, donde las sensaciones no cuentan, fue Central el que alcanzó la igualdad a la salida rápida de un tiro libre corto, que ejecutó Rivarola para que Arias sentenciara el empate. Parecía que el Boca-Central del torneo anterior se repetía indefectiblemente. Los fantasmas que había dejado el paraguayo Cáceres sobrevolaban la Bombonera, el recuerdo del aquel 3 a 3 estaba vigente, pero este juego no entiende de justicia; sí de lo impensado. Como los manotazos entre Cetto y Burdisso, en el que el defensor de Boca soltó antes y el Colorado quedó en evidencia para que Madorrrán sancionara penal, que Riquelme se encargó de cambiar por gol. El 2 a 1 fue determinante. Si bien es cierto que Boca no asomaba como el de otrora, Central ya se había muerto en el intento. El xeneize se paró de contra y el canalla no sabía cómo llegar al gol. Dos imágenes más con Riquelme como protagonista fueron suficientes para el final previsto. El Cata Díaz le cometió penal a Carreño, que el diez de Boca estrelló en el horizontal. Pero el jugador inteligente siempre tiene tiempo para reivindicarse, y en una excelente asistencia a Martínez, el lateral se encargó de marcar el tercero. Central mejoró pero no lo suficiente. Ayer asomó con mayor claridad, pero no alcanza con parecer, también hay que ser.
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