Miguel Pisano
La hora de la grandeza. Esa parece la idea que domina en la mayor parte de la dirigencia y de los socios e hinchas de Rosario Central, que hoy le pedirán al presidente Víctor Vesco que produzca un gesto histórico en favor del club que gobierna desde hace prácticamente tres décadas: su renuncia al cargo para permitir una renovación que la institución reclama como el agua. En realidad, la situación institucional por la que atraviesa Central resulta de tamaña gravedad que exige una actitud de nobleza del presidente, que deberá dar un paso al costado y permitir una renovación en la conducción del club, con el objetivo de ordenarlo, sanearlo y devolverlo al lugar de grandeza que se merece. Un club fracturado hasta en el propio seno de la comisión directiva, y que conserva viejas estructuras y vicios del clientelismo político que prohijó el vesquismo durante 30 años casi ininterrumpidos, reclama hoy a gritos la dimisión del responsable excluyente de la debacle institucional que sacude a Central hasta sus cimientos. En verdad, Vesco ha dividido por siempre a la familia canalla y, como las reacciones de los anticuerpos, hoy ese mismo pueblo de Central se levanta y le pide a gritos la única salida posible: que renuncie por el bien de Central.
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