El espionaje requiere, a veces, de una gran dosis de imaginación. El espía debe crear una pantalla, una ficción donde es otro, para poder llevar adelante sus labores de fisgón. En "El sastre de Panamá", la película de John Boorman que se basa en la novela homónima de John Le Carré y se estrena hoy en Village, los británicos necesitan un espía, y conocedores de las condiciones que requiere el oficio reclutan a alguien que cumple al dedillo con ellas, aunque en algún sentido es un poco impresentable para la tradición inglesa, que siempre reclutó a sus informantes de grupos selectos como banqueros, profesores y abogados. Harry Pendel, el héroe de la película interpretado por Geoffrey Rush, tiene una gran imaginación pero desempeña una ocupación poco distinguida para el gusto de los ingleses. Es un sastre.
La acción de la película transcurre en 1999 en Panamá. A los estadounidenses les llegó el tiempo de devolver el canal a los panameños. Los británicos están seguros de que detrás de la devolución hay una potencia en las sombras esperando que Estados Unidos dejé el poder para hacerse con él. Pero necesitan información fresca y confidencial para confirmarlo y por eso buscan a una persona que esté vinculada a las esferas estatales y diplomáticas.
La búsqueda de los británicos da resultado. Encuentran a su hombre y para coaccionarlo a que espíe para ellos lo amenazan con ventilar sus trapos sucios al sol. En este caso, los trapos sucios son también la carta con la que el sastre Harry Pendel -pues él es el espía en cuestión- seduce.
Harry es inglés. Llegó un día a Panamá sin nada y con un pasado que ocultar. Venía de la cárcel en Inglaterra, adonde había ido a parar por hacerle un favor a su tío Benny al incendiarle la tienda de ropa para que, tras una temporada desastrosa, Benny pudiese cobrar el seguro y así evitar las pérdidas.
En prisión, Harry aprendió el oficio de sastre, pero como su reputación le cerraba las puertas en Gran Bretaña, su tío lo ayuda a irse a Panamá. Ya en el país centroamericano, Harry se inventa un socio mayor y elegante, un digno caballero llamado Arthur Braithwaite, maestro de sastres que ha vestido a varios reyes y que por gusto de la aventura abrió una tienda en la cosmopolita zona del canal de Panamá. En la ficción que Harry les vende a sus clientes, Arthur le ha enseñado todos los secretos del corte y confección de prendas masculinas pero lamentablemente ha muerto.
Arthur Braithwaite es la mentira fundacional de Harry. Sobre el invento de un socio, el ex presidiario y actual sastre ha tejido unas cuantas mentiras más que estructuran su vida, entre las que se cuentan la amante negra y desfigurada y, partir de la llegada del seductor Andy Osnard, la de su nueva profesión: espía a sueldo de Gran Bretaña.
El reino de la ficción
Andy Osnard se presenta un día en la sastrería y cambia para siempre la vida de Pendel. Extorsiona al sastre para que espíe y lo insta a que arme una red de informantes. Osnard no es ingenuo y sabe que el sastre puede timarlo con la información, pero él tiene entre manos su propio negocio y entonces no le importa demasiado la veracidad de la información sino el valor agregado en dinero que puede sacarle.
De esta manera, sobre la ficción de Pendel se monta la ficción de Osnard. La cosa no termina allí podría decirse que hay un efecto dominó en la historia. La ficción del sastre se expande casi al infinito y el humor negro que se señaló en la novela radica en el hecho de que una mentira tenga un cúmulo de consecuencias en el mundo real.
La intención de la película es ser a la vez trágica y cómica. La idea que subyace en el filme es que el mundo y mucho de su violencia son tanto producto de ambiciones desmedidas y fríamente ejecutadas como también resultado de las invenciones de un pobre hombre acosado por las deudas y por su pasado fraudulento.
Lo mejor de Pendel es que no miente sólo para su propio beneficio. Como dice la novela de Le Carré: "Cierta gente mentía por placer, por sentirse más audaces y astutos que los modestos conformistas que convivían con sus panzas y decían la verdad. Pero ése no era el caso de Pendel. Pendel mentía por conformismo. Por decir lo correcto en todo momento, incluso si lo correcto estaba de un lado y la verdad en otro". En fin, una situación cotidiana que muestra que la vida diaria está llena de conformistas que sólo desean que todo siga sobre ruedas, y si eso no es posible en la realidad, por qué no decir un par de mentiras piadosas para que nadie deje de tener lo que desea, desde el hábil y escurridizo Andy Osnard hasta las fuerzas armadas norteamericanas que ansían demostrar que siguen siendo las más poderosas a cualquier hora y en cualquier lugar y, como sugiere la novela, por cualquier motivo, hasta por las patrañas de un pobre hombre perseguido.
Para el papel de Pendel, ese personaje tan cercano al espía que vendía aspiradoras de "Nuestro hombre en La Habana", de Graham Greene, el director John Boorman contó con el actor australiano Geoffrey Rush, el mismo que actuó en "Shakespeare apasionado" y "Elizabeth", además de haber ganado un Oscar por "Claroscuro". "Uno nunca pierde la simpatía por Geoffrey en la pantalla, incluso cuando él hace cosas horribles, hay algo malo en pero inocente en él. Tiene una enorme capacidad y yo sabía que tenía las herramientas para interpretar a Harry, el sastre", dijo Boorman. Y Rush agregó: "Harry es un personaje memorable y me gustan sus metáforas acerca de la sastrería. Harry es un héroe accidental y para un actor interpretar eso es maravilloso".
Una gran novela, un director de talento y un gran actor para el personaje principal prometen mucho. Con que alguno de ellos acierte, la película seguramente valdrá el precio de la entrada.