Leonardo Stringaro
Existe una historia en el campo argentino que marca un después a la hora de la hablar de la tierra. La siembra directa como forma de cultivo que cambió el sistema de producción, y durante los últimos 15 años resaltó el espíritu innovador de un grupo de emprendedores que lograron sembrar maíz a 52 centímetros, usar grupos cortos en soja, embolsar la producción, reconvertir campos ganaderos, aplicar biotecnológica y buscar nuevas ideas y oportunidades por medio de los adelantos en tecnología. La Asociación Argentina de Productores en Siembra Directa (Aapresid), resaltó en Expochacra el esfuerzo de técnicos y especialista que trabajaron -desde una primer etapa- para revertir el creciente deterioro de los suelos que se venía produciendo a fines de la década del 70. Heri Rosso fue el precursor y quien trajo la idea de comenzar a hacer lotes en siembra directa. Su trabajo de 1978 se basó en implantaciones sobre rastrojo de trigo y sembrar soja a 50 centímetros utilizando una sembradora fabricada por una empresa de Marcos Juárez. La primera gran innovación llegaría de la mano del Jorge Romagnoli, mediante el acercamiento entre hileras y una mayor densidad en el cultivo de maíz. Un emprendimiento que en campañas posteriores instó a que se sembrara en franjas de 26 líneas a 35 centímetros dentro de lotes sembrados normalmente a 70 centímetros. Fue entonces la empresa Mainero la que construyó dos cabezales a 55 centímetros entre hileras. El éxito de la tecnología permitió que al año siguiente se presentaran en el mercado cabezales a 52,5 centímetros para recolectar maíz. También Fabián Tomassone figura entre los pioneros por el rejuvenecimiento de pasturas. En 1991 realizó las primeras pruebas con herbicidas para el control de gramíneas en alfalfa. Luego se incursionó en verdeos. El notable incremento productivo de los campos bajos se logró a través del rejuvenecimiento de praderas y campos naturales, de la siembra directa de praderas en suelos de difícil acceso y la posibilidad de sembrar sorgo granífero en rotación, generando una revolución forrajera para este tipo de suelos. José Luis Rey logró que la directa comenzara a realizarse con cultivos agrícolas, siendo el principal la soja de segunda. Rey logró romper con todos los tabúes sobre la compatibilidad de la directa con la ganadería. Rogelio Fogante apareció en el 94 con el boom de las sojas grupo IV y estableció un circuito productivo basado en la calidad del ambiente, donde la capacidad de retención de agua útil del suelo es un factor primordial.También en el mismo año, Abelardo Giovanni, un productor de Ceres, logró revertir los márgenes de ganancias y la baja rentabilidad de la actividad mediante la directa y el manejo de invernada. En 1997, las innovaciones llegaron por el lado de encontrar una solución al problema de las babosas. Gastón y Eduardo Fernández Palma desarrollaron una estratégica de manejo estos moluscos y otras plagas. Gabriel Arais incursionó con los granos en bolsa. Y en 1998, se realizaron las primeras pruebas para embutir granos secos en bolsas de polipropileno. El desafío de innovar lo marcó también el presidente de Aapresid, Víctor Trucco, junto con Miguel Lucero a partir del apoyo a la biotecnología. El resultado son 10 millones de hectáreas con transgénicos.
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