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Institucional

 sábado, 01 de diciembre de 2007  
Concurso “Ideas saludables para prevenir el VIH/Sida”

Jurado



Afiches



  • Lic. Julieta Gosende.

  • Prof. María E. Gudiño.

  • Psga. Laura Perelli.



    Carta



  • Dra. Nancy Torres.

  • Dr. Damián Lavarello.

  • Lic. Laura Giordani.



    Cuentos



  • Psgo. Eduardo Bertollino.

  • Psga. Graciela Markman.

  • Prof. Alicia Pedemonti.

  • Period. Marcela Isaías.



    Docentes que colaboraron



    Afiches



  • Prof. Laura Civarello.

  • Prof. Ma. Inés Bruno.

  • Prof. Silvina Moulin.

  • Prof. Ma. Elena Rebacante.

  • Prof. Silvia Gervasoni.

  • Prof. Lauara Laboret.

  • Prof. Mirta Carpino de Amalevi.



    Cartas y cuentos



  • Prof. Alejandra Montoya.

  • Prof. Andrea Lux.

  • Prof. Alicia Vega.

  • Prof. Verónica Negrotto.

  • Ángela Gallery.








    Cartas premiadas



    Primer premio



    Mica:



    No te imaginás todo lo que te extraño. Tengo un montón de cosas por contarte y no sé por dónde empezar. Te parecerá raro que te mande una carta en estos tiempos, el celular y las computadoras ahora nos vuelven locos, diría la profe; pero es la única forma de poder comunicarme con vos. Papá me prohibió que vuelva a contactarme con algunas de ustedes pero lo que pasa es grave y me tengo que desahogar de alguna manera.



    Lo primero que te quiero decir es que estamos en Buenos Aires, bien lejos de Río Cuarto para que nadie en el pueblo se entere. Gabriel se enfermó, pero no de cualquier enfermedad, padece Sida. Yo no lo supe hasta que llegamos acá, estamos a media cuadra de mi abuela. ¿Te acordás que siempre te contaba que es muy charlatana? Bueno, cuando nos bajamos del auto nos estaba esperando o lo estaba esperando, porque lo primero que hizo fue ir corriendo y darle un fuerte abrazo a Gabi diciéndole: _Te vamos a ayudar, el VIH se puede controlar. Mamá me miró y esa fue la única conversación en la familia sobre ese tema, una mirada.



    Ya pasó una semana, y con la única persona que me siento segura es con la abuela Tita, ella fue la que me dio la idea de la carta y me contó más sobre la enfermedad, perdóname pero me cuesta mucho decir que mi hermano tiene Sida. Ojo, no me avergüenza, pero me entristece. A la vez me duele mucho, con la relación que tengo con Gabi, que no haya confiado en mi. En la familia él era la persona más leal conmigo, nos contábamos todo y me enseñó todo en mis 14 años de mi vida. Tiene 4 años más pero a la hora de aconsejarme era como un papá amigo, y yo pensaba que confiaba en mí. ¿Por qué no me contó? Estoy muy resentida, pero no es momento de armarle un escándalo sino de ayudarlo; pero no se cómo.



    Tita me contó que la enfermedad todavía no es grave. Pero que Gabriel no quiere decirles ni cuando ni cómo la contrajo ¿Por qué no lo querrá contar? Pero vos me conocés, soy muy inquieta, fui averiguando sobre la enfermedad y los primeros síntomas son fiebre, dolor de cabeza, irritación y sensación de malestar, cosa que fue la “gripe”que tuvo en Córdoba. Hablar de cómo l Es un tema muy delicado y eso ocultó mi viejo me da mucha bronca, ¡le da vergüenza su hijo!... volviendo al tema en este momento el está bien. Pero en los libros de la escuela dice que está en la fase infección aguda, el VIH se multiplica a una gran velocidad, sufriendo diversas mutaciones genéticas, sin causar ningún malestar. ¡Estoy desesperada por él! Y no me animo a hablarle, tengo miedo a la reacción.toy esperando que Gabi venga en el momento que sienta a contarme. Pienso que por algo no me contó, no creo que no confíe en mi, debe ser otra cosa... o será que solamente esa sea mi excusa para no enojarme con él.



    Mica si te cuento esto es porque confío en vos y sos una persona muy importante en mi vida que la adoro con todo mi corazón. Te lo voy a volver a repetir, no te imaginas todo lo que te extraño. Por favor que esto quede entre nosotras, no se lo cuentes a nadie; porque si mi viejo habla con gente de Río Cuarto se puede enterar y me mata. Dentro de una semana te voy a volver a escribir para seguir contándote como va todo.

    Te quiero mucho... Sol.



    PD: Si podés por favor contestame, no sabes cuanto necesito tus palabras, mandala a la dirección de mi abuela, Australia 2088, Capital.



    Julieta Lucía Cándido, alumna de 9º año EGB del Colegio Niño Jesús de Praga, de Carcarañá.













    Segundo premio – categoría carta



    Rosario, 19 de octubre de 2007



    Querida familia:



    Espero que estén todos bien, hace tiempo que no nos llamamos, y aprovecho para contarles una noticia a todos ustedes.



    Yo ahora comprendo y agradezco toda la educación que ustedes me brindaron, la disciplina, los retos, las penitencias, los chirlos y muchas veces los insultos. Entiendo por qué lo hacen, ustedes quieren todo el bien del mundo para mí, pero para lograr ello debería seguir las pautas que me imponían.



    Pero hace varios días ni siquiera pensaba así, hace varios días desobedecí y cometí un gran error para toda mi vida.



    No sé cómo explicarles la situación, voy a ser lo más breve y sencillo posible.



    Hace varios fines de semana atrás concurrí a demasiadas fiestas universitarias, muy divertidas, mucha gente conocida o que creía saber acerca de aquellos. ¿Se acuerdan de Nicole? Sí, sí, mi amiga de la infancia, hablamos muchas cosas de la vida, nos reímos, nos divertimos, y hasta esa noche nos amamos. Nunca imaginé que iban a pasarme cosas con ella, estaba muy contento, pero pocos días después esa sensación desapareció, me puse triste y preocupado, un tiempo después me realicé un análisis especial para detectar VIH en mi cuerpo. Dio positivo.



    No se asusten, perdónenme por no haberles hacho caso, pero a la vez me dí cuenta que no conocía a Nicole como lo imaginaba, ella tenía sida.



    Un beso enorme, los amo.

    Pronto volveré con ustedes

    para despejarme y sentir

    que puedo confiar en

    ustedes



    Su hijo. Juan.



    Agustín Nerli, 9º año de la EGB del Complejo Educativo Solís



    Tercer premio – categoría carta



    A quien quiera escuchar:



    Me llamó Florencia y tengo 25 años. Contaré mi historia para prevenir sobre el tema, no me gustaría que a otros le sucediera.



    Todo comenzó a mis 17 años cuando lo conocí, el 21 de septiembre de 1998, con el tiempo salimos y a un año de noviazgo tuvimos nuestra primera relación en la que quedé embarazada.



    En los meses de gestación he sufrido otros dolores y dificultades propios del embarazo. Estuve hasta el tercer mes sin saber la razón, era un infierno, entre los estudios y trastornos como las infecciones respiratorias interminables. Mi médico decidió realizarme el test del VIH con el que se comprobó que era seropositiva.



    Luego de que mi obstetra y yo supiéramos de la noticia, no demoré en empezar con los tratamientos, antirretrovirales y antibióticos, para evitar la transmisión vertical.



    El 30 de junio nació Thiago por cesárea aséptica programada en la que no hubo contacto con mi sangre. Por prevención no pudo tomar leche materna. Pero resultó seronegativo.



    Todo esto me descontroló por lo cual hoy voy al psicólogo para que me ayude a enfrentar el sida a nivel emocional, social y sexual, mientras adquiero medicamentos que me regulan orgánicamente y hacen que mi infección no avance más.



    Con él se terminó todo, cuando se marchó y ni siquiera respondió por su hijo.



    Por lo que me ha pasado y siendo portadora del HIV quiero aconsejarles que al momento de relacionarse sexualmente es fundamental protegerse con preservativo. Y al quedar embarazada hacerse los análisis necesarios para la salud del bebe. Es posible concebir con medidas de prevención imprescindibles.



    Florencia S.



    Autor: Rocío Torelli (Florencia S.), 9º, Escuela Juan Díaz de Solís.








    Premios categoría cuentos



    Primer premio



    Comprender es crecer



    Eran ya las cuatro y cinco de la tarde y tocó el timbre del recreo.



    Matías y su grupo de amigos salieron del salón muy alterados, en busca de alguien para molestar. El sol caía muy fuerte sobre sus cabezas y el calor los agobiaba poniéndolos de mal humor. Observándolos de lejos, se acercaba solitariamente Julián. Un chico cuyo único amigo había faltado al colegio esa tarde.



    Matías al verlo solo y saber de su enfermedad encontró en él una presa perfecta. Con mucha ironía y la maldad brillando en sus ojos, le dijo en voz alta para que todos escucharan: “¡Sidoso! ¡No te acerques demasiado! ¡Me das asco!” En ese momento Julián no supo qué hacer, su rostro hizo una mueca de disgusto, lo miró con impotencia y al sonar el timbre que daba fin al recreo, regresó al salón.



    A la salida del colegio, Matías invitó a sus amigos a merendar a su casa. Una vez allí comenzaron a planear de qué manera humillarían a Julián la próxima vez que lo cruzaran. Estaban tan entretenidos discutiendo que no se dieron cuenta de que el padre de Matías, Luis, los estaba escuchando. Este quedó impactado por lo que acababa de oír y se dirigió a su habitación para meditar las palabras de su hijo. No podía creerlo. ¿Cómo podía pensar y actuar de aquella manera tan horrenda su hijo?



    Esa misma noche Luis fue a la habitación de Matías porque sintió la urgente necesidad de hacerle saber algo importante, algo que había callado todos estos años, algo que nunca se animó a decirle.



    Al iniciar la conversación no encontraba las palabras adecuadas para explicarle lo sucedido con su madre. Su muerte siempre había sido un tema poco hablado entre ambos. ¿Para qué provocar más dolor?



    Entonces le contó que ella había padecido una enfermedad muy grave, la cual había provocado su muerte. Cuando Matías se enteró que el causante de la muerte de su madre fue el sida y que él se había infectado el virus del HIV al momento de nacer, sus ojos se llenaron de lágrimas y le pidió por favor a su padre que lo dejara solo.



    Matías, angustiado, se mantuvo durante largo tiempo aislado de todas las personas que se le acercaban. ¡Estaba tan confundido! Su mente no paraba de pensar. Fue entonces que comenzó a mirar a Julián con otros ojos.



    Cierto día, tomando mucho coraje, decidió contarle este gran secreto a sus amigos más cercanos. Esperaba que ellos comprendieran el momento que estaba pasando y que lo apoyaran para poder seguir adelante. Sentía que necesitaba más que nunca sus palabras de cariño y contención. Pero, para su asombro, estos les respondieron de igual manera a la que antes él había tratado a Julián, con desprecio y humillación.



    Decepcionado por la actitud de quienes creían eran sus amigos, se apartó en un rincón del colegio. Todos en él se enteraron de lo que estaba pasando. Al saberlo, Julián pensó en ir a darle una mano, pero dudaba, Matías lo había tratado muy mal. Pero él, reflexionando, quería demostrarse a sí mismo que era mejor persona, que su corazón seguía funcionando y que era capaz de devolver amor y no venganza.



    A la semana siguiente Matías decidió hablar con la profesora que más confianza le brindaba: Estela. Le contó de todo el daño que había provocado y de lo mal que se sentía. También le pidió consejos para acercarse a Julián y poder disculparse con él, ya que su orgullo no se lo permitía. Estela lo escuchó atentamente y le brindó la contención y el apoyo que necesitaba, le habló con ternura y le ofreció una serie de consejos.



    Esa misma tarde, a la salida del colegio, Matías siguiendo las enseñanzas de Estela, intentó acercarse a Julián para pedirle disculpas, pero la portera viéndolo llegar lo alejó diciéndole: _ “Nene, no lo molestes más, él no tiene la culpa”. Al principio Matías lo miró desconcertado y se preparó para contestarle, pero luego comprendió: la actitud de la portera reflejaba su mal comportamiento agresivo y cotidiano hacia Julián. Allí comprobó el daño que había causado durante todo este tiempo y cómo lo veían los demás.



    Al día siguiente, Matías se dirigió a la escuela decidido a disculparse con Julián y en el primer recreo le habló. Julián al principio dudó, pero luego descubrió en la mirada de su compañero la sinceridad de sus palabras.



    Entonces aceptó muy conmovido sus disculpas y le contó a Matías una idea que venía pensando desde hacia un tiempo: organizar y llevar a cabo una serie de charlas para expresar a los demás lo que sentían y para enseñar a prevenir el contagio de la enfermedad.



    Con este objetivo en mente se apresuraron a transmitírselos a algunos de sus profesores, quienes sorprendidos por su iniciativa, los apoyaron y les dieron la posibilidad de concretarla.



    Luego de muchas idas y venidas, investigación, lectura y selección del material, dieron su primera charla. Ambos estaban muy nerviosos de confesar sus sentimientos e informar todo lo referente al Sida ante la mirada de tantos adolescentes. Pero superaron sus miedos y salieron adelante. En estas reuniones siempre tuvieron presente dejar bien claro el respeto hacia los demás, la importancia de no discriminar y lo valioso de comprender que en realidad todos seguimos siendo iguales, que no importan las condiciones o problemas en que nos encontremos. Y destacaban, sobre todo, lo necesario que es cuidarse y prevenir para no tener que lamentarse después.



    Los jóvenes se entusiasmaron tanto que se olvidaron de ellos mismos y sus problemas para pensar en nuevas ideas y lograr que las charlas fueran cada vez más entretenidas y así captar la atención de muchos más jóvenes. Organizaron debates y hasta intercambios de vivencias que ayudarían a comprender más el tema, siendo la prevención el eje principal de las reuniones.

    A partir de todas estas experiencias, Matías y Julián empezaron a comprender los sentimientos, miedos y preocupaciones de otros jóvenes como ellos y comenzaron juntos a crecer día a día como mejores personas.



    Damaris Salazar, Belén Sánchez, Analía Abogado, Sabrina Fernández y Daniela Masín, alumnas de 1º año polimodal de la Escuela Media Ingeniero Pedro Cristiá.





    Segundo premio - categoría cuento



    Esperanza



    Transcurre un tiempo, sin tiempo, Esperanza camina entregada al viento que acaricia imprudentemente su cuerpo, así como ella, pero con prudencia, se desplaza sutilmente por ese lugar desconocido pero a la vez familiar.



    Se pregunta si es un sueño.



    Las personas la saludan con afecto. Extraños conocidos.

    A lo lejos una estrella que con furiosa intermitencia la llama, la convoca.



    Esperanza se dirige a ella como si fuera un oasis en el desierto. Avanza ansiosa. Parece no creer aquello que ve.



    _Verdaderamente un sueño, se dijo a sí misma.



    Observa perpleja. Una mujer acuna dulcemente a un niño, un hombre escucha con total atención aquello que un adolescente tiene para decirle, un anciano rodeado por jóvenes que contemplan su discurso cual aprendices, jóvenes enamorados que se cuidan el uno al otro, estudiantes compartiendo una charla con su profesora que les permite que se concentre con ella y nada más...



    Esperanza advierte que una lágrima rueda por su mejilla. Se pregunta si es emoción o envidia, sana envidia, pero envidia al fin. Una suma de sentimientos encontrados pero...enseguida retorna la calma.

    Intenta recordar si alguna vez ella vivió alguna situación similar y...nada.



    Su mente parece estar en blanco.



    _Verdaderamente un sueño se dijo a sí misma.



    De repten, un profundo dolor invadió su pecho, jamás ante lo había padecido. Su respiración se agitaba. Sus ojos veían girar todo su alrededor.



    -Verdaderamente un sueño, se dijo a sí misma.



    Médicos, enfermeros, padres desesperados, jóvenes derrumbados por aquellos consejos que tal vez dieron sin pensar, abuelos agonizando en la espera de encontrar un lugar donde se les dedique el tiempo que se merecen por haber construido nuestro presente y muchos más sujetos, pero esta vez no conocidos, se mueven con agitación en el entorno. La observan.



    Esperanza sintió la necesidad de contar su sueño como un intento desesperado de prolongar, al menos, su existencia. Esperanza agonizaba, consecuencia del sida se despedía para siempre. Tal vez hasta luego o hasta pronto. No se sabe. Tampoco se sabe si su relato fue un sueño. Pero...al menos valdría la pena preguntarse: ¿Habrá conocido, esperanza, un lugar como ese sin espacio para el desencuentro, donde mirarse a los ojos es parte del encuentro y el trato amoroso se da por supuesto?



    María de los Milagros Scavuzzo, 2º año polimodal del Instituto Zona Oeste.





    Primera mención – Categoría cuento



    Lágrimas de amor



    -Tengo sida-



    Eso fue lo que ella le dijo luego de tres meses de estar en pareja, el día en el que él le pidió tener relaciones, se lo dijo al pasar, con miedo, pero sin esperar jamás su respuesta.



    El la apartó de sí y la miró con desprecio, alejándose rápidamente hacia la puerta de la habitación.



    -¿Adónde vas?- Quiso saber Andrea.



     A un lugar en que no me mientan- llegó a contestar Ignacio, antes de salir y dar el maldito portazo.



    Al otro día en el colegio nadie entendía nada, él que durante toda su vida la había amado en silencio, y sólo hacía poco se había animado a decírselo, ahora ni le hablaba, y hasta evitaba acercarse si ella estaba con alguien.



    -¿Qué problema tenés con Andrea?- le preguntó su amiga Marixa.

    -Ella sabe cuál es el problema- fue todo lo que escuchó como respuesta.



    Todos pensaron que esa pelea duraría poco, pero el desprecio de él se acrecentó con las semanas, pues convirtió todo su amor en rencor, y se consoló diciendo que ella no valía la pena, aunque llorando cuando nadie podía verlo, criticando lo estúpida que había sido, y lo mal que había hecho en mentirle.



    Sin embargo, ese odio lo fue alejando de sus compañeros, que se acercaron a Andrea, por considerar mala su actitud, si hasta Marixa le decía a Ignacio que por lo menos debía hablar, y que si no eran pareja, podrían al menos ser amigos.



    No obstante, él hacía oídos sordos a todos, y se consideraba víctima de una farsa, pero también sabía que no podía decirle a nadie, por alguna extraña razón trataba de respetarla.



    Yo ahora no recuerdo si fue en julio o agosto, sólo que era invierno, aquella vez que la internaron, en la escuela se dijo que mucha fiebre, que se agravó una gripe, pero Ignacio sabía que la más mínima brisa era peligrosa para ella, así que decidió dejar de lado su orgullo, y luego de comprar unas flores en un puesto, fue a visitarla.



    -¿Vos? ¿acá?- preguntó sorprendida.



    -Sí, los idiotas solo reaccionan de maneras como ésta-dijo él.



    -Pero yo perdono a los que traen flores- acotó Andrea con una sonrisa.



    Y en ese preciso instante, Ignacio la besó, quizás dirán que fue porque no corría ningún riesgo, pero aún si lo hubiera corrido, fue por amor.



    Luego del beso hubo un silencio incómodo, que él rompió preguntando:

    -¿Quién te contagió?- para luego lamentarse de su cuestionamiento.



     Mi mamá- dijo Andrea- fue violada por un tipo, y después nací yo, ninguna de las dos fue culpable.



    En ese preciso instante, él comprendió lo mal que la había hecho sufrir y lloró amargamente sobre ella en la cama de aquel hospital, sintiéndose al más miserable de todos los hombres.



    -Vos no sabías nada, tampoco fue tu culpa- murmuró ella entre lágrimas de amor.



    Tres días más tarde, ya todo era como antes, pasión sin preguntas, silencios por buena razón, y esperanza para un futuro difícil, pero mejor. Todos en la escuela lo miraban extrañado, él parecía tener un aura diferente, como quien abre los ojos hacia algo que estaba oculto, y descubre que a veces las cosas no son como se piensan.



    Cualquier persona pensaría que ese sería el fin de la historia, pero no; el la visitó durante dos semanas en el hospital, hasta que un día llegó y no la encontró en su pieza, “quizás la cambiaron”, pensó, y fue a preguntarle a una enfermera.



    -Lo siento mucho- dijo con un tono frío la mujer.



    -¿Qué siente mucho?- preguntó Ignacio elevando la voz.



    -Ella dejó de sufrir, ya está mejor- agregó la enfermera.



    -No puede ser- gritó el muchacho- Andrea no puede morir.



    -Lo lamento- dijo la mujer dándole una palmada en el hombro.



    -Usted no entiende, no tuvimos tiempo para disfrutar- y eso fue todo lo último que dijo antes de correr hacia ningún lugar, durante horas.



    ¿Qué hizo en ese limbo perdido de tiempo?, además de llorar y pensar en ella, analizó como posibilidad de suicidio, pero esa habría sido una salida demasiado fácil, y por todo lo que Andrea le había dado, pensó en algo mejor, debía tratar de que la gente no fuera como él, que nadie cometiera el error de juzgar sin saber.



    Así que finalmente, una semana después, mientras llevaba flores a su tumba, Ignacio se prometió hacer algo por cambiar los prejuicios que tiene la gente, tanto los injustificados religiosos, como los desquiciantes morales y cívicos; y desde entonces él se instruye sobre el sida, reparte preservativos y da charlas a quien tenga los oídos suficientemente abiertos, y el corazón preparado para entender que lo pero de esta enfermedad son la ignorancia y los prejuicios, y sólo teniendo el suficiente amor por y para el mundo, aceptaremos que la prevención y la comprensión son la única cura posible, al menos por ahora y en este tiempo que nos toca.



    Emanuel Canedo, 2º año polimodal del Instituto Zona Oeste.








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