Año CXXXVII Nº 49561
La Ciudad
Política
Economía
Información Gral
Opinión
La Región
El Mundo
Policiales
Cartas de lectores



suplementos
Escenario
Ovación
Educación


suplementos
ediciones anteriores
Turismo 05/08
Mujer 05/08
Economía 05/08
Señales 05/08
Educación 04/08
Estilo 04/08
Salud 01/08
Página Solidaria 01/08

contacto

servicios
Institucional



 sábado, 11 de agosto de 2007  
Tomó un remedio y casi muere: demandó al laboratorio
Es un rosarino que estuvo un mes en terapia porque sus riñones dejaron de funcionar

Claudio González / La Capital

Un hombre de 64 años que estuvo al borde de la muerte en 2001 tras recibir una medicación para bajar los niveles de colesterol demandó por daños y perjuicios en la Justicia federal rosarina al laboratorio Bayer, productor del fármaco, cuyos efectos secundarios provocaron graves secuelas en pacientes de todo el mundo y la muerte de más de 100. La presentación argentina del remedio era conocida como Lipobay y fue reiterada del mercado en agosto de 2001. En pocos días más, el Tribunal dará su sentencia del caso.

   Carlos Potocnik tenía por entonces 58 años y su vida era normal mientras transcurría el 2000. Vendía insumos industriales y recorría varias provincias ubicadas entre Rosario y Misiones. Pero no imaginaba que se acercaba un momento muy complicado en su vida.

   En diciembre de ese año le detectaron angina de pecho. A raíz de ello, Carlos se internó en el sanatorio Los Arroyos donde lo sometieron a una angioplastía para implantarle un stent (dispositivo que permite la circulación del flujo sanguíneo en arterias tapadas).

   “La operación salió perfecta. Me dieron el alta y el cardiólogo me indicó tomar un medicamento que ayudaba a bajar los niveles de colesterol. Era Lipobay”, recordó sin disimular su angustia.



Comienza lo peor. El remedio no tardó en dañar su organismo. “Lo empecé a tomar y a las dos semanas tuve molestias musculares y limitaciones físicas. El cardiólogo creía se debía a las heridas de la operación, pero el cuadro se agravó y me derivó a un médico clínico”, contó Potocnik.

   El profesional que lo asistió pidió análisis de urgencia y, luego de contar con los resultados, ordenó su internación urgente. Era el 5 de enero de 2001. “Llamaron a mis familiares y les dijeron que los valores tenían extrema gravedad. El médico suspendió el tratamiento con Lipobay porque estaba convencido de que ese cuadro era provocado por el remedio”, explicó el paciente a La Capital.



25 días al borde. “Primero estuve en coronaria y después en terapia. No podía moverme, no tenía fuerzas ni para morder. Todo se fue complicando cada vez más. Acumulaba líquidos y no orinaba. En cinco días llegué a pesar 100 kilos cuando mi peso es de 65. Tenía insertada una vía central y por una incisión en la yugular me dializaban. Hablaron con mi familia y le avisaron que, si vivía, tenía que pensar en un trasplante porque los riñones ya no funcionaban”, resumió Potocnik, casado hace 33 años y con dos hijos varones, de 31 y 32 años.

   Si bien nunca perdió el conocimiento, su cuerpo estaba paralizado. Las esperanzas de vida se esfumaban. “Un día vinieron a saludarme quince personas, cuando en terapia no dejan entrar a más de dos. Rápidamente hice una lectura de la situación y me di cuenta de lo que pasaba”, reflexionó el viajante con sus ojos llenos de lágrimas.

   Pero gracias al esfuerzo del cuerpo médico que lo asistió, después de 25 días de estar internado, Carlos salió caminando del sanatorio hacia fines de enero. “Me costó mucho volver a empezar. Por las características de mi trabajo, perdí terreno y la posibilidad de mejorar. Tengo secuelas psíquicas y, si bien estoy entero físicamente, aún padezco dolores en el cuerpo”.

   Carlos volvió a nacer y lo sabe. Agradeció el esfuerzo y apoyo de su familia, pero ahora espera con mesura el fallo que emitirá en pocos días el Juzgado Federal Nº 2 de Rosario por una demanda por daños y perjuicios que inició, en junio de 2002, contra el laboratorio alemán Bayer.
enviar nota por e-mail
contacto
Búsqueda avanzada Archivo


Ampliar FotoFotos
Ampliar Foto
Carlos no puede dejar de emocionarse mientras recuerda los padecimientos que le generó el compuesto.

Notas Relacionadas
Secuelas en miles de personas

Una enfermedad que destruye los tejidos




  La Capital Copyright 2003 | Todos los derechos reservados