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 miércoles, 18 de abril de 2007  
Una mezcla de dolor, espanto y desconcierto
Estudiantes y profesores que sobrevivieron a la tragedia lloran por sus amigos muertos

Gabriele Chwallek / DPA

Washington/Blacksburg. - "Heartache", dolor de corazón, proclama con letra tamaño catástrofe la portada del diario universitario de Blacksburg. En el campus de la Universidad Tecnológica de Virginia en Blacksburg, flamean las banderas a media asta frente a un cielo impecablemente azul, casi obsceno frente al duelo nacional tras la masacre.

Centenares de estudiantes se habían reunido ya desde la noche en forma espontánea en el campus, se abrazan sin decir palabra, lloran junto a sus amigos y profesores. Se construyó un monumento recordatorio con el logo de la universidad que ya nunca será lo que fue. Los estudiantes inscriben sus nombres, como silenciosa expresión de duelo y de la falta de palabras. Las velas arden haciendo frente al viento gélido.

Omar Samaha se ha convertido hoy en una especie de símbolo del dolor. El joven proveniente de Medio Oriente perdió en la lluvia de balas a su hermana. Luchando contra las lágrimas, con la voz temblorosa, Omar muestra una fotografía de la bella muchacha con un peluche rosa en la mano. A la reportera también se le humedecen los ojos.


Preguntas sin respuestas
Pero no son sólo sentimientos de profundo dolor y espanto los que afloran el día después de la peor masacre en un tiroteo en Estados Unidos ¿ Por qué preguntan cada vez más estudiantes de la universidad pasaron dos horas desde el comienzo del baño de sangre antes de que fueran advertidos sobre el peligro que significaba un francotirador suelto en el campus ¿ Por qué se tardó horas en suspender las clases en esa mañana ominosa

"Sigo sin poder entenderlo. Todos pensábamos que esta universidad era un lugar seguro", dice el estudiante Justin Shaw, de 20 años. "¿Por qué no se reaccionó mejor?" Chris O'Brien comparte el desconcierto: "Simplemente no lo comprendo."

En internet se formó una especie de álbum fotográfico, en el que estudiantes y profesores cuelgan las imágenes de sus compañeros muertos. Algunas de las fotografías reflejan cuántas esperanzas y sueños fueron destruidos ayer. Por ejemplo los de Ryan Clark, quien integraba una banda de instrumentos de viento. "Stack", como llamaban a este muchacho grandote y bonachón, escuchó los disparos, según narran testigos, y quiso ver qué ocurría, pero quedó frente a la mira del francotirador..

Ayer, un nuevo shock: confirmado, el asesino era uno de ellos, un estudiante surcoreano de 23 años. "¿Cómo pudo hacer esto?", pregunta una compañera que lo conocía. "Si tenía problemas, lo hubiésemos ayudado".
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En el campus se construyó un monumento recordatorio de las víctimas.

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