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 domingo, 08 de abril de 2007  
Marrakech, dividida por el auge del turismo

Con sus encantadores de serpientes, cuenta cuentos y palmeras contra un fondo de montañas nevadas, Marrakech fue alguna vez un destino poco convencional para ricos o europeos aventureros. Ahora los hoteles, casas de vacaciones y campos de golf están transformando a la antigua ciudad en un masivo destino turístico, causando temor entre algunos residentes por un desarrollo excesivo y demasiado rápido.

“El turismo sólo trae enfermedades y anomalías sociales”, dijo un joven. “Estás equivocado”, interrumpió su madre. “Es gracias a esta gente que tenemos pan para comer”. Para el 2010, el gobierno quiere duplicar el número de turistas en el país, llevándolo a 10 millones anuales. El 2006 aprobó proyectos de inversión alrededor de Marrakech por más de 2.000 millones de dólares.

El objetivo es desviar parte de la riqueza europea y angostar la brecha de riqueza. Puede que Marrakech quede a solo una hora de avión desde la Costa del Sol en España, pero se halla en un país que el año pasado se ubicó en el puesto 123, de un total de 177, en el Indice de Desarrollo Humano de la ONU, que mide factores como mortalidad y asistencia médica. La población de la ciudad se ha duplicado en dos décadas ya que las sequías dieron lugar a un éxodo gradual de la zona rural circundante.

A los turistas les atraen las angostas calles de la antigua medina, donde mulas y motonetas se empujan a sólo metros de las fuentes goteantes de los tradicionales patios sombreados de las casas riad. Pero cerca de los hoteles de mármol que cuestan hasta 350 dólares por noche, hay mujeres con velos mendigando. En las puertas de los nuevos centros comerciales hay apostados guardias de seguridad. Los extranjeros han comprado y restaurado más de 1.000 casas en la medina, generando muy necesitados empleos para los artesanos locales, pero también forzando una quintuplicación en los precios de las viviendas tras 10 años.

Algunos turistas desacatan abiertamente los consejos y se visten ligeramente, o toman sol en las terrazas de sus hoteles, escandalizando a las mujeres locales que cuelgan la ropa. Hombres europeos ancianos pueden ser vistos socializando con jóvenes mujeres marroquíes en los clubes nocturnos de la ciudad, despertando sospechas de que el turismo sexual está creciendo.

Los europeos se quejan de ser acosados para comprar recuerdos, sin darse cuenta de que la competencia es feroz. Una compra podría alimentar a la familia de un comerciante por días.

Respeto

Los islámicos moderados de Marruecos, a quienes se espera les irá bien en las elecciones parlamentarias de este año, dicen que de ser escogidos no modificarían la dirección tomada por el gobierno en cuanto al turismo. Pero ellos creen que los turistas europeos y los compradores de casas deben respetar las costumbres locales y pagar salarios decentes a los empleados marroquíes.

“Algunos residentes extranjeros contratan empleadas domésticas y guardias de seguridad, pero no les pagan apropiadamente, dándoles solamente ropa vieja y unas pocas monedas, ellos vieron el lujo a un costo muy bajo”, dijo Younes Bensliman del Partido Islámico Justicia y Desarrollo. Los activistas locales dicen que la pobreza y la ruptura de los lazos familiares convierte a muchos jóvenes en vulnerables a la explotación: los periódicos han escrito sobre huérfanos de la calle que fueron atraídos con regalos hacia casas donde fueron abusados y filmados por extranjeros.

Muchos habitantes de Marrakech niegan con vehemencia estar tragándose su orgullo a cambio de los dólares del turismo y dicen querer visitantes no sólo por sus billeteras, sino también por la diversidad que aportan. A diferencia de ciudades más conservadoras como Rabat o Fez, Marrakech tiene una tradición de abrirles los brazos a los extranjeros.

Cuando las rutas de caravanas trans saháricas estaban todavía en uso, la ciudad era una puerta al sur y en la plaza Djamaa El Fnaa, campesinos de Atlas, Souss y Draa se codeaban con comerciantes senegaleses, tuaregs y “hombres azules” del Sahara. El mayor cambio está teniendo lugar al borde de la ciudad donde el desarrollo del ocio, las piscinas de natación y extravagantes jardines están diseminándose por todo el árido terreno. Cinco campos de golf han sido construidos y los encargados del desarrollo han pedido permiso para diseñar 10 más.

Con una nueva ciudad, Tamansourt, prevista a albergar 300.000 personas, los granjeros se están preocupando por los recursos de agua cada vez más limitados. Las autoridades dicen que los nuevos diques capturarán suficiente agua de deshielo del Atlas para alimentar a la creciente ciudad. La compañía de agua Lydec, está construyendo una planta de tratamiento de aguas servidas por un valor de 95 millones de dólares.
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