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 jueves, 16 de noviembre de 2006  
Diez minutos de furia

Quienes no se habían enterado de que había emergencia meteorológica fueron impuestos sorpresivamente de la situación por las señales que da la naturaleza. Un cielo agitado se oscureció y la tarde se hizo noche. Y una franja blanca casi refulgente advirtió sobre la inminencia del granizo. Apenas unas gotas y enormes piedras de hielo de forma irregular y del tamaño de un puño comenzaron a impactar con furia contra todo y contra todos. Bares, locutorios y comercios fueron invadidos por quienes buscaban refugio. A través de los grandes ventanales de la heladería de Rioja y Buenos Aires se podía apreciar cómo los árboles eran impiadosamente podados. Adolescentes que salían de las escuelas corrían para refugiarse al igual que desesperadas madres con sus chicos. Los vehículos dejaron de circular. A esa altura el sonido de la pedrada y la lluvia furiosa empujada por ráfagas de viento que asemejaban un tornado era ensordecedor. Los rostros demudados de hombres y mujeres encerrados eran elocuentes. Hablar por celular para anular citas o tranquilizar a un familiar era imposible. De pronto grandes chorros de agua comenzaron a brotar de las alcantarillas. En la heladería, el agua empezó a salir de las tapas de los desagües y todos instintivamente se movieron hacia atrás porque las vidrieras temblaban a punto de estallar. Apenas amainó el temporal comenzaron a circular los autos por las calles inundadas. Casi todos parecían camuflados, cubiertos de ramas y hojas. Superando el asombro y el miedo, la gente comenzó a tratar de caminar por las veredas. Ramas y más ramas, cables colgando, palomas muertas, edificios con los vidrios estallados y pedazos de toda clase de objetos. La plaza 25 de Mayo era imposible de reconocer. Todo era un gran manto verde. Y el ingreso a la peatonal dejaba a todos boquiabiertos. Varios edificios quedaron devastados como si se hubiera vivido una guerra. Todos coincidían en que no tenían memoria de un temporal tan destructivo. Sin lugar a dudas, un meteoro que será recordado por largo tiempo.


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