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| lunes,
06 de
noviembre de
2006 |
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Charlas en el
Café
del Bajo
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-Durante la semana que pasó hablamos aquí de la discriminación y hemos recibido algunas cartas, dos de ellas muy interesantes: una es la del padre Angel Martínez, la otra de Bettina Steinman. Las reproducimos por estricto orden de llegada, así pues que la del padre Angel queda para mañana. Y porque además con esa carta me quiero explayar un poco más.
-Dice Bettina que al leer nuestro comentario sobre discriminación se acordó de una carta que leyó en Internet. "Quisiera reflexionar junto a ustedes sobre el contenido de esa breve carta, que hace referencia al reciente problema de una pareja a la cual se le negó la posibilidad de alquilar una vivienda por ser de origen judío. Para que todos los lectores me comprendan voy a volcar aquí textualmente lo esencial de esta carta: «Hay cosas más importantes que fallar en contra de una persona por discriminación... si hubiera que castigar a cada persona que discrimina los juzgados colapsarían». Continúa diciendo: «Si yo fuera propietaria, antes de aceptar inquilinos averiguaría todos los datos personales, antecedentes, su legajo, su religión, su nacionalidad, sus costumbres y estilo de vida»". Agrega la lectora: "Humildemente, y con todo respeto, creo esta persona es presa de una gran confusión, y explico por qué: todos tenemos derecho a protegernos de aquellos que quieran perjudicarnos o causarnos daño. Este es un primer concepto que tiene que ver con una legítima defensa de nuestro patrimonio e integridad física y moral. Pero para que esta premisa cobre sentido, debe existir un peligro potencial o real y además, comprobable. Ahora bien, si argumentamos peligros y amenazas donde no las hay, solo para justificar nuestras «preferencias personales» estamos hablando de otra cosa, que lejos de relacionarse con una legítima defensa más bien se parece mucho a un ataque".
-Coincido absolutamente. Por otra parte el fallo en contra de la propietaria que se negó a alquilar una vivienda porque el matrimonio era judío es ejemplar y base jurisprudencial de importancia para cualquier disparate de índole discriminante.
-Sigue diciendo la lectora: "Hay un segundo concepto que está relacionado con nuestra actitud ante la vida: el delito también existe bajo distintos formatos y modalidades en todas partes del mundo. Si aplicamos el criterio de esta lectora, los juzgados, los jueces y la Justicia no tendrían razón de ser. ¿Con qué objeto nos vamos a ocupar de castigar un delito si igualmente existe y no lo podemos impedir ni siquiera con leyes? Veamos con otros ejemplos más simples todavía: ¿por qué vamos a cumplir un horario de trabajo si todos llegan tarde? ¿para qué deberíamos higienizar nuestros hogares si igualmente se volverán a ensuciar? En resumen: la discriminación es aberrante en todas sus expresiones, y no existe argumento de ninguna naturaleza que pueda justificarla. Prejuzgar también es una forma de discriminar. Reservarse el derecho de admisión es válido si lo utilizamos para protegernos de un mal evidente y notorio, pero hacerlo por «otras» razones es sólo una forma de disfrazar nuestras verdaderas intenciones. Es verdad que no podemos influir o modificar el comportamiento de todo el mundo, pero si existen armas para luchar legalmente contra la discriminación hay que utilizarlas. Transitar por la vida con esa actitud de absoluta indiferencia, con ese «total para qué» es sólo eso, transitar; vivir, es otra cosa. Muchas gracias Candi. Bettina Steinman".
-En efecto, vivir es otra cosa. ¡Qué palabras, qué tema nos dejó la lectora! ¿Qué es vivir?
-Mañana la carta del padre Angel, pero después podríamos arriesgar una definición sobre qué cosa es vivir. ¿No?
-Sí, después de la carta del cura amigo, cuya presencia epistolar nos ha alegrado de veras, podríamos arriesgar una definición.
Candi II |
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