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 domingo, 04 de junio de 2006  
Ningún cuento chino

Santiago Roncagliolo se debe aún el relato de las vidas de sus antepasados, especialmente la de su tatarabuelo, el primer Roncagliolo que pisó Perú.

Según la leyenda familiar, el apellido fue inventado por ese personaje, "para que nadie lo recordara con precisión", porque al parecer era contrabandista y no se llevaba demasiado bien con la ley.

Ese tatarabuelo deambuló por el Perú del siglo XIX hasta encontrarse con una lugareña que, "como en un cuento de García Márquez" había salido de su hacienda porque tuvo la premonición de que se iba a inundar, "como efectivamente ocurrió". Entonces, Roncagliolo y la peruana se transformaron en pareja y siguieron deambulando por el país buscando un lugar donde afincarse. Aquí la leyenda se agranda aún más.

En efecto, cuenta Santiago que sus tatarabuelos acertaron a pasar por una finca en la que unos esclavos chinos terminaban de matar al dueño del lugar y permanecían encerrados en unas barracas temiendo por sus vidas. Mientras, los familiares del muerto permanecían también encerrados en el casco de la hacienda aguardando nuevos ataques de los chinos.

Roncagliolo encontró la solución salomónica al problema: se ofreció como garante para que los dueños de la estancia abandonaran vivos el lugar y a los chinos "los perdonó", en tanto él mismo se volvía dueño de la finca a la que adquirió, eso sí, a muy bajo precio.
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