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 miércoles, 17 de mayo de 2006  
Alimentos funcionales que previenen enfermedades

Florencia O'Keeffe / La Capital

Una leche endulzada que refuerza las defensas. Un yogur que facilita el tránsito intestinal. Un pan que mantiene a raya el colesterol. Mujeres y hombres que afirman desde la pantalla de televisión que, comerlos, les cambió la vida. ¿Marketing o revolución científica? Lo cierto es que la nueva generación de alimentos denominados saludables o funcionales es una realidad y viene pisando fuerte en todo el mundo y también en la Argentina, uno de los líderes en la materia. "Es parte de la evolución de la ciencia", reflexiona Silvia González, investigadora del Conicet, desde el Centro de Referencia de Lactobacilos (Cerela) en Tucumán, y explica que los componentes (cultivos) que se le adicionan a los alimentos para que se transformen en funcionales están debidamente estudiados, probados y autorizados por lo que no es ciencia ficción.

La cuestión es tener en claro para qué sirven realmente ya que no se trata de pociones mágicas. "No son vacunas. Hay que ser cuidadosos. Ciertos alimentos funcionales son muy positivos, por ejemplo, para reestablecer la flora intestinal en casos de diarreas o cuando hay constipación. Está claro que colaboran con un buen funcionamiento gastrointestinal, de esto no hay dudas. Otros mejoran el estado inmunológico, lo que significa que el individuo está en mejores condiciones de enfrentar una infección, que está más protegido, que los síntomas - si se enferma- van a ser más leves y el proceso más corto", aclara por su parte Margarita Olivera Carrión, profesora adjunta de Bromatología de la Facultad de Farmacia y Bioquímica de la UBA y presidente de la Asociación Argentina de Tecnólogos Alimentarios.

Los alimentos funcionales despegaron en los •80 cuando se logró reunir evidencia científica suficiente sobre ciertos componentes bioactivos que mejoran alguna función del organismo. A la cabeza está Japón que ya cuenta con 350 productos autorizados. En la Argentina el centro de referencia es el Cerela. El organismo recibió varios premios internacionales por los productos logrados, entre ellos, el primer queso probiótico de América Latina, fabricado en Santa Fe.

Los primeros alimentos funcionales conocidos y puestos a la venta fueron los que ayudan a mejorar los síntomas de personas con intolerancia a la lactosa; los que reducen los niveles de colesterol y los que previenen diarreas causadas por bacterias o virus. La mayoría de los desarrollados hasta el momento actúan sobre el sistema gastrointestinal y algunos sobre el cardiovascular.

Para conseguir el efecto deseado, en el proceso de producción se le adicionan microorganismos denominados prebióticos (fructanos naturales), probióticos (L. casei) o simbióticos (que contienen probióticos y prebióticos) con efecto terapéutico probado "siempre que se los consuma en forma regular, o sea, que se incorporen a la alimentación diaria", explica Olivera Carrión.

"Los probióticos permitidos son microorganismos que demostraron ser absolutamente inocuos y que generan una acción benéfica sobre la salud del consumidor. Favorecen el aumento de la respuesta inmune y atenúan procesos inflamatorios", detalla González a La Capital, desde el centro especializado.

"Los prebióticos son ingredientes no digeribles por lo que entran en la definición de fibras, que modifican favorablemente a un limitado grupo de bacterias del colon, beneficiando el organismo y mejorando la salud del individuo. De los prebióticos, los más importantes son los fructanos, carbohidratos naturales que se encuentran en los vegetales al igual que el almidón, pero a diferencia de éste, están constituidos por cadenas de glucosa", puntualiza.

Los fructanos naturales promueven "bifidobacterias" que previenen el aumento de bacterias patógenas; protegen de las enterocolitis; reducen el riesgo de cáncer de colon; activan el sistema inmune; promueven la síntesis de ciertas vitaminas e incrementan la absorción de hierro y calcio.

Hay alimentos con probióticos (como pueden ser algunos yogures y quesos) y otros con prebióticos (panes). En el campo de los simbióticos, en la Argentina, hasta el momento, sólo existe un yogur recientemente lanzado por la empresa Sancor que incluye L. casei y fructanos naturales.


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"El futuro es promisorio. Cada vez serán más difundidos, pero a la vez las industrias alimenticias deben ser cuidadosas en la selección, y las entidades oficiales estrictas en el control de la publicidad", señala González. Al respecto, la especialista agrega que a pesar del auge mundial, "son muy pocos los microorganismos que superan la estricta selección sugerida por la Organización Mundial de la Salud (OMS)".

"La verdadera revolución en el campo de la alimentación, aunque parezca una utopía, vendrá cuando todos los habitantes tengan la posibilidad de elegir los productos en base a la calidad", dice finalmente González, ya que por el momento, los alimentos saludables son accesibles sólo para un grupo de consumidores con ingresos económicos medios o altos.
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Los chicos también pueden consumirlos.

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