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 domingo, 11 de diciembre de 2005  
La fragilidad de los vínculos: todo es descartable

Es por demás evidente que, en la actualidad, las personas no tienen el mismo apego por los objetos que el que tenían generaciones anteriores. Las heladeras hay que cambiarlas cada tantos años pues las fabrican para que duren un tiempo determinado y luego sean descartadas. Los relojes son reemplazados por otros que están más de moda, que tienen un diseño o colores distintos, o su presentación es más interesante. La lapicera Parker con capuchón de oro, considerada un regalo que había de acompañar al profesional a lo largo de su vida, hoy es reemplazada por estilográficas, microfibras o bolígrafos que serán descartados velozmente. El televisor, la máquina fotográfica, la filmadora y el equipo de música se tornan obsoletos casi al momento de adquirirlos, pues ya está saliendo a la venta un nuevo modelo que reemplazará al actual.

No se piensa ya en la durabilidad de un objeto -pues sabemos que va a ser sustituido rápidamente por otro-, sino en el diseño y la novedad, porque está de moda o por el placer momentáneo que puede brindar. En ocasiones compramos cosas, no ya por su utilidad, sino por capricho, por gusto, porque cumplen una función lúdica. Si los objetos son velozmente reemplazados, es natural que las personas no se liguen emocionalmente a ellos. Vivimos en la cultura del "use y tire", donde todo es descartable.

La sociedad de consumo necesita producir y vender de manera incesante. Si las mercaderías que fabrica fueran duraderas, esto atentaría contra su productividad. Es necesario el descarte continuo para que puedan venderse y consumirse otros artículos. Este modelo de consumo se ha trasladado a los vínculos. Nuestros semejantes han pasado a la categoría de objetos de consumo. Es así que los vínculos se fragilizan, son fruto del momento, de un encuentro rápido y muchas veces deslumbrante. El placer del descubrimiento, el entusiasmo del contacto con lo novedoso, se trueca fácilmente en aburrimiento cuando el otro se convierte en un obstáculo para acceder a una experiencia diferente que quizás sea más placentera que la actual. ¿Por qué encerrarse en un vínculo con una persona cuando hay otras esperando, ofreciéndose para una nueva aventura?

La variedad y lo diferente atrae nuestra mirada en la góndola de las personas-objetos. Es así que paulatinamente se va incorporando una manera inédita de relación, que, por supuesto, como todo cambio, se manifiesta de manera notoria en los sectores juveniles. Todas las estadísticas muestran que las relaciones sexuales comienzan a edades cada vez más tempranas y que la sexualidad ya no es considerada sólo como entrega en una relación amorosa, sino también como una actividad placentera, independiente de todo vínculo afectivo y, como en la vidriera del escaparate, puede convertirse en un objeto más de consumo. Las personas se convierten así en personas-objetos que, como tales, pueden resultar atractivas para un encuentro fugaz.

La propensión al "use y tire" alcanza también a las relaciones de pareja. Esta tendencia -no afirmo que todas las relaciones se construyan de esta manera- equipara las relaciones personales a la adquisición de objetos en los comercios. Cuando compramos un televisor y lo retiramos de la tienda nos dicen que si no nos conforma, tenemos unos días para devolverlo, o sea, nos llevamos el aparato "a prueba", si no satisface nuestras expectativas podemos devolverlo.

Los jóvenes se inclinan cada vez en mayor medida al "matrimonio a prueba", o sea, a la convivencia sin legalizar el vínculo, con el propósito de compartir la vida cotidiana mientras el deseo no se extinga, se sientan gratificados, y experimenten un placer mutuo. Si estos resultados no se obtienen, "a otra cosa mariposa". Es un triunfo del narcisismo del sujeto a costa de la relación de pareja.

También es cierto que todo matrimonio es un vínculo a prueba y que en cualquier momento puede disolverse, pero anteriormente la alianza tenía más fuerza porque consistía en la unión de dos personas que se amaban para formar un hogar estable donde procrear y educar a los hijos. La apuesta actual al deseo es un enemigo de la continuidad de la pareja, ya que éste es inconstante, errático, accidental, imprevisto e inestable. Esta manera de relacionarse de los jóvenes corresponde a un mundo que no les deja otras opciones en la medida en que ellos son tratados como objetos cuyo valor social está medido por lo que consumen. Las personas no actúan independientemente de la sociedad que las anida.

Domingo Caratozzolo

Psicoanalista

www.domingocaratozzolo.com.ar
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