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 domingo, 27 de noviembre de 2005  
[Indagaciones]
De profesión sus lecturas

Matías Píccolo

La editorial Edhasa publica el Premio del Régimen de Fomento a la Producción Literaria Nacional y Estímulo a la Industria Editorial, Fondo Nacional de las Artes, 2004. Se trata de un "ensayo (que) indaga la relevancia de la mujer letrada durante el traumático proceso de la nación argentina, entre 1830 y 1870", así lo anuncia Graciela Batticuore -doctora en letras e investigadora del Conicet- en la introducción del libro.

Manejando unos diez nombres y trece publicaciones entre periódicos y semanarios, Batticuore confecciona el perfil de "la mujer romántica" según lo modelaban los hombres de la generación del 37. Las fuentes con las que trabaja esta docente de Literatura Argentina de la Universidad de Buenos Aires son los escritos de Mármol, Alberdi, Echeverría, Juan María Gutiérrez, Vicente Fidel López, Sarmiento, y entre las mujeres, Eduarda Mansilla, Juana Manuela Gorriti, Juana Manso y Mariquita Sánchez.

El libro, en cinco capítulos que van desde "Sueños y dilemas de la generación romántica" hasta "Construcción y convalidación de la escritora", trata de ordenar los desencuentros y cruces que hacen a la problemática de la mujer letrada, sobre todo en su rol activo de publicista o escritora.

En síntesis, hay dos fronteras que la mujer participante del campo literario del siglo XIX tiene que atravesar para poder desenvolverse según las especulaciones de su horizonte cultural: saltar el cerco de la autoría, exhibir su escritura fuera del anonimato y aguantar el peso conminatorio del imaginario social de entonces que la denuncia como ridícula o pedante; y luego, si aquello se ha salvado, cruzar las cuerdas, entrar al ringside, combatir de igual a igual y demostrar la solvencia de su capacidad intelectual en la cultura letrada; es decir, poner en juego la solidez que pueda darle su grado de instrucción.

Evidentemente las dos fronteras se corresponden y se imbrican, pues precisamente el miedo y la vergüenza de figurar son correlativos con las exiguas capacidades discursivas (en agresividad política y batería de saberes) que podía desplegar una mujer del siglo XIX. "La Aljaba", una publicación del Buenos Aires de 1830, debe despedirse del público luego de que tilden a su directora y redactora de ignorante, de no estar capacitada para impartir lecciones de ningún tipo y de contar con un saber precario en materia literaria.

El problema, en definitiva, es rastrear el rol de la mujer en la cultura letrada, sin duda algo más complejo que construir el perfil de una mujer romántica, imagen ficcional fabricada desde escritos y rubricada en una novela como "Amalia", en donde precisamente la protagonista es el ideal de esta mujer que lee a Byron, ostenta refinamientos de belleza social y está comprometida en la lucha contra la "tiranía". Y es desde allí de donde parte Graciela Batticuore para llegar a dar con las tres o cuatro mujeres de carne y hueso (al menos es ésta la única noticia que da el texto) que escribían en el siglo XIX nacional.

De "la relevancia de la mujer letrada durante el traumático proceso de la nación argentina", el ensayo de Batticuore opina poco, simplemente enhebra cartas, artículos y pequeñas anécdotas, componiendo el estenograma de una lectura que lejos estaría de ser un ensayo crítico si por estos días la lectura no estuviese tan bien reputada como "producción" dentro del campo intelectual académico.

Habría, entonces, algunas cosas que cuestionar en la mecánica de la producción "crítica" que ejerce el libro: despertar a la evidencia de que la literatura del siglo XIX nacional comienza y termina siempre con los mismos nombres (lo cual nos deja un pasado pobre y remanido), o la autora del ensayo se encuadra dentro de una tradición docente que a fuerza de leer lo mismo construye las relaciones profesionales necesarias para desenvolverse en el círculo seguro de lo ya establecido y sumar a esa biblioteca unos papeles más a su nombre. Todavía se está a la espera de un verdadero revisionismo crítico que profundice la investigación, y, si se llegase a "siempre lo mismo", que al menos denuncie la falta de fuentes y la pobreza estructural y cuantitativa de nuestra historia literaria.
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