[Lecturas]

Ese escritor infrecuente

Carlos Roberto Morán / La Capital

Ensayo. Andrés Rivera. Travesías por su vida, obra y pensamiento, de Alberto Catena. Ediciones Desde la Gente, Buenos Aires 2005, 107 páginas, $ 10.

Estaba por cumplir 75 años y nunca me había puesto de rodillas ante nadie. ¿Lo iba a hacer en ese momento? ¿En plena vejez iba a tener un gesto que no toleré en mi vida?". Quien habla es (habría que decir por supuesto), Andrés Rivera, ese escritor infrecuente quien en plena vejez ha venido a renovar la misma literatura argentina.

Rivera se refiere a un episodio extremo que debió soportar dos años atrás en un barrio populoso de Córdoba donde con su mujer, Susana Fiorito, mantiene una biblioteca popular. El lugar fue asaltado por un menor, armado, quien le exigió al narrador que se arrodillara. Antes le había pedido "la plata", pero a pesar de encontrarse en inferioridad de condiciones, Rivera se negó. Dos veces: a darle el dinero y, menos, a arrodillarse.

Lo cierto es que en vez de arredrarse embistió al muchacho. Hubo un forcejeo y el asaltante le pegó en el antebrazo con el revólver que portaba, sacándole el cúbito de lugar. El escritor salvó su vida porque el cómplice del que lo atacó se asustó y ambos terminaron huyendo, pero debió permanecer durante considerable tiempo enyesado. Lo que no le impidió seguir escribiendo y publicando.

La anécdota pinta de cuerpo entero a este hombre recio, inquebrantable, sobre el que escribe -respecto de su vida, obra y pensamiento- su amigo, el periodista Alberto Catena. Quien lo hace, por suerte, con mucho conocimiento de causa.

La afirmación de que Rivera ha llegado para renovar a la misma literatura vernácula puede resultar temeraria, pero basta con acercarse a su última y cada vez más ascética producción para comprobar que se está ante un autor diferente e infrecuente. O, también, adentrarse en este libro (ensayo, biografía, reportaje), que resulta verdaderamente "iluminador de vida", obra y pensamiento de quien nació en el porteño barrio de Villa Crespo en 1928 con el nombre de Marcos Ribak.

Ribak, en la primera parte de su vida, fue un militante muy activo del Partido Comunista. Vivió en Córdoba en la época del Cordobazo y llegó a la literatura en su vida adulta. Lo hizo de una manera "vergonzante", porque se trataba de una actitud "burguesa" que a su modo buscó eludir escribiendo textos con contenido social. No obstante, debió acudir al seudónimo para disimular tal "debilidad". Así nació Andrés Rivera.

Pero de a poco fue alejándose del comunismo, hasta romper con ese partido y, en cambio y como contrapartida, pulió su obra, aceptó las benéficas influencias de Ricardo Piglia, primero, y de Jorge Luis Borges, después. Se comprenderá que un militante comunista rechazara a Borges, tan conservador en sus ideas, pero Rivera fue lo suficientemente inteligente como para sacarse las anteojeras y recibir los beneficios del maestro, todo lo cual enriqueció y particularizó su narrativa.

Catena recorre la vida de Ribak-Rivera y con notable eficacia va develando cómo, de manera muy sutil pero constante, los distintos textos de ficción del narrador están marcados por diversos datos autobiográficos, que incluyen los de su sufrida familia, judíos perseguidos en la Europa del este. También cuenta detalles sobre la agitada y hasta azarosa vida del autor de "La revolución es un sueño eterno", vida que se ha ido aquietando a medida que Rivera ingresó a la vejez, aunque sin dejar por eso dejar de estar atento a lo que ocurre en el país y en el mundo.

Así, en el reportaje incluido en el libro Rivera discrepa fuertemente con Beatriz Sarlo respecto de lo que fueron los 70 del siglo pasado en nuestro país, al punto de llegar a sostener que la reconocida intelectual "propone aceptar como un hecho natural que haya millones de habitantes de este país que conformen el universo de los excluidos por los siglos de los siglos".

Genio y figura.

Cosmos. Catena retrata el mundo literario de Andrés Rivera.